viernes, 19 de noviembre de 2010

Dolor más deseperación: agonía.

         Ambos no quedamos mirando el cuerpo, tumbado bocabajo, durante varios segundos, sin saber que hacer. Las sirenas de la policía estaban ya aquí, en el motel. Escuchamos a los coches aparcar en el parking. Pero ninguno de los dos podíamos reaccionar. "Aquello" , el zombie, o como se llamase, estaba poniéndose de pie.
         Mientras nuestros cuerpos paralizados y con la respiración agitada miraban el espectáculo, mis manos aferraron el revolver con tanta fuerza que dejé de sentirlo.
- ¡Corre! ¡Corre! ¡Muevete! - Rodey me empujó con fuerza, haciéndole avanzar hacia la entrada del motel, donde se escuchaban ya las puertas de los coches policiales abriéndose. Pero no nos resultaría tan fácil. Aquella pesadilla caminó un par de pasos hacia su derecha con toda la cara totalmente destrozada y ensangrentada por la caída, solo se adivinaba un ojo en la pulpa de su cara, y me pareció ver un par de costillas asomando por la camisa. Al situarse en esa nueva posición provocó que el camino que nos quedaba para huir fuese muy estrecho. Me paré de golpe. Es cierto que podíamos pasar facilmente corriendo, aquel monstruo era lento y torpe, más aún si cabe debido a que cuando estaba vivo también lo era,  pero podía volver a emitir aquel angustioso grito. Hasta ese momento había presenciado dos veces aquello, y en ambas me encontraba a varios metros del ser, y aún así el sonido me había aturdido, no quería comprobar que pasaba entando cerca.
- ¡No, espera! ¡Por aquí! - Me frené en seco y agarré de la camiseta a Rodey, dandome la vuelta de inmediato: a nuestras espaldas estaba la única salida posible: el bosquecillo de pequeños arboles.
  Empezamos a correr esquivando facilmente los troncos. Solo escuchaba los golpes amortiguados de nuestras mochilas contra la espaldas, y nuestra propia respiración cada vez más fuerte. Cuando nos habíamos alejado al menos setecientos metros del motel dejamos de correr y nos apoyamos en uno de los arbolillos. En el cielo, frente a nosotros el cielo se teñía de naranja oscuro, anunciando la llegada del nuevo día. Me sequé el sudor de la frente y miré a mi alrededor. Nada nos seguía. El silencio se rompió con varios disparos lanzados en el motel. Parece que los problemas con la policía comenzaban en el motel. Me temblaban las piernas mezcla del miedo y del dolor. Seguía sosteniendo en mis manos el revolver 45 Long Colt de Rodey.
- Sobrevivió a tus disparos y los disparos del policía... -  Murmuré
- ¿Qué? ¿Quién? ¿La mujer? - Me preguntaba Rodey confuso.
- La vi en la tercera planta... Se puso de pié con todo el cuerpo agujereado. También gritó como lo hizo él y rompió en pedazos las bombillas y cristales de alrededor... -
- ¡Joder! ¡A la mierda con esto! - La patada de Rodey casi quiebra un árbol, pero creo que se hizo más daño él que la planta. - ¡Nada de esto tiene ningún sentido! ¡Me cago en la puta! ¡Es una jodida broma! ¡Y si pillo al responsable te juro que le rompo las piernas! ¡Esto no es una puñetera película! - Con cada palabra se iba enfadando más y más, hasta que alzó la cara al cielo y gritó - ¿¡ME OYES?! -
- Ssssshh ¡Callate! ¡Puedes atraerlos aquí maldito idiota! - Le repliqué a Rodey, pero yo también le estaba gritando. La solo idea de ver a otro ser de esos hizo que Rodey se callara de inmediato y empezara a otear en todas las direcciones. Me llevé la mano al bolsillo del pantalón. Rodey había mencionado al "culpable" de todo esto. Saqué el franco de pastillas en que una etiqueta dejaba leer "Riders Corp." y lo observé. Parecía una marca comercial, o tal vez una empresa farmaceutica. En los videojuegos y películas zombie, normalmente había una malvada empresa que creaba el virus... ¿De verdad estaba pensando en aquello en serio? ¿Cómo es posible que alguien en su sano juicio piense en organizaciones secretas que crean virus que levantan muertos de sus tumbas? Mis reflexiones acabaron bruscamente cuando me dí cuenta de que Rodey me miraba.
- Tío, tenemos que volver a por el coche. Ya no suenan disparos. Lo más probable es que la poli halla detenido a los... a los tipos esos.... - Me dijo. Miré con el ceño fruncido hacia el tejado que se adivinaba entre los arboles.
- Esperaremos a que amanezca del todo. No debe quedar más de veinte minutos para que salga el sol del todo. - Rodey asintió con la cabeza; le parecía una buena y idea y se sentó en el suelo, con la espalda apoyada en un tocón.
    El tiempo hasta el amanecer nos lo pasamos en completo silencio. Rodey tenía la mirada perdida y aspecto de cansado. Suponía que mi cara reflejaría lo mismo. Además volvía a sentir el dolor en las articulaciones de la caída por las escaleras y en los oídos tenía una sensación extraña causado por los gritos de aquellas cosas. ¿Como diablos lo harían? Cuando amaneció por fin solo tuve que mirar a Rodey y nos pusimos en marcha.
 
   Salimos con sumo cuidado de entre los arboles, observando el edificio y los alrededores. No queríamos más sustos. Mi corazón latía con fuerza, retumbando en mi pecho, mis ojos buscaban a otro de aquellos seres saliendo entre los arboles, tras cada esquina. creí escuchar en varias ocasiones el gorgoteo que emitían por la boca esos seres de pesadilla. Cuando llegamos a la parte delantera del edificio nuestras esperanzas, nuestra ilusión de salir de allí se tornaron en frustación: los coches de policía estaban abiertos, y los cuerpos de varios agentes de la ley estaban repartidos por la entrada, casi todos mordidos y la mayoría con casi la totalidad del esqueleto al sol. Alzando un poco la mirada se observaba el parking, donde antes casi no cabía un coche ahora solo estaban estacionados una docena, pero repartidos por el asfalto más cuerpos sin vidas de los inquilinos del motel. Mi coche seguía aparcado, allí frente a nosotros. Pero no iba a ser tan fácil, sobre cada uno de los cuerpos que yacían ante nosotros, uno o más zombies (sí, he de usar ese termino a partir da ahora, aunque en aquellos momentos me pareciera la mayor de las absurdeces), arrodillados o agachados, se dedicaban a devorar el cuerpo. Tanto mi amigo, como yo mismo, hubimos de vomitar allí mismo. El sonido alertó a varios de los más cercanos, en concreto a dos que estaban comiendo la carne de uno de los policías. Saqué la pistola por puro instinto, y disparé al primero que se puso de pie. Fallé, como de esperar, en el último instante mi moral me traicionó. No iba a disparar a una persona, aquella cosa era un muchacho de no más de diecisiete años con el pelo corto y moreno. En sus ojos, con la mirada perdida, aún había lágrimas... Que ingenuo, aún creía que esas cosas eran personas. El sonido del disparo resonó con una fuerza inusual. Como ya había sucedido anteriormente, lejos de amedrentar al zombie, hizo que este caminara un poco más rápido hacia mi. Caminé un par de pasos hacia atrás y en ese instante Rodey gritó. Mientras esto ocurría, el resto de aquellos demonios se pusieron en pie y empezaron a caminar hacia nosotros, unos doce o trece. El grito de Rodey lo causaba que, sin que nos diésemos cuenta, teníamos a otros dos zombies a nuestras espaldas. Uno de ellos había cogido a Rodey por la camiseta, y le había clavado las uñas, provocando cinco surcos ensangrentados, al levantar la piel de su antebrazo. Levanté nuevamente el arma y puse el cañón del arma en la sien de aquella cosa. Cerré los ojos con fuerza y apreté el gatillo. La sangre me salpicó desde la mano hasta el pecho, incluyendo la cara. El sonido tan fuerte y cercano a los oídos de Rodey hizo que este tuviera que taparselos con las manos. Agarré del brazo no dañado a Rodey y comencé a tirar de él para huir de allí. Pero eso provocó una reacción en cadena. Todos los zombies abrieron la boca al unisono y empezaron a gritar. Aquella llamada a la muerte, con tanta potencia provocó que yo también gritara de dolor. Rodey empezó a sangrar por sus ya martirizados oídos y calló al suelo inconsciente del parking. Yo no podía parar de taparme las orejas. Intenté abrir los ojos para ver donde estaban nuestros depredadores antes de caer al suelo yo también. El dolor era tal que prefería morir antes de seguir soportando aquello. Vi que se formaba un cerco a nuestro alrededor. La sangre me empezó a brotar por la nariz justo un segundo antes de que parara el último de ellos de gritar. No podía cerrar los ojos de puro pánico, además no iba a quedarme insconciente por el momento y no tenía fuerzas para defenderme, ya que el dolor y el mareo me habían debilitado. Estaban a tan solo cuatro o cinco metros. Rodey tenía más suerte. Me iban comer vivo y tendría que soportarlo despierto.
         [Continuará]

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