martes, 14 de diciembre de 2010

Abandonar tu vida (2º parte)

              Cogí las otras dos balas y me puse de pie. Escondiendo la pistola, caminé con paso rápido hasta el vestuario. Cogí el pomo de la puerta desando desaparecer de la vista. Giré el pomo y empujé. "¡Mierda! ¡No!" pensé en mis adentros. La puerta estaba totalmente cerrada. Miré al guarda que estaba en la entrada. En ese instante no me miraba. Seguro que tenían las puertas de los servicios cerrados durante la noche, no se con que motivo, pero tendría que solicitarle que quería entrar, y yo no podía hacer eso, iba a darse cuenta de algo ¿y si me había visto con Rodey? seguro que lo despertaría y entonces se acabó mi plan. Tenía que esperar a mañana si quería... en ese momento la puerta del servicio se abrió y un caballero con cara de adormilado me miró con la mano en el interruptor Yo le tapaba la salida.
- Oh, disculpa, pasa. No sabia que había alguien esperando. - Miré el suelo avergonzado e hice un gesto con la cabeza de asentimiento, entrando en el servicio cuando aquel hombre se apartó. Cerré la puerta desde dentro, llamandome idiota por lo tonto que había sido: sencillamente el baño estaba ocupado, pero aquellos días todo me parecía más complejo de lo que realmente era.
              Una vez dentro cerré el pequeño cerrojo y miré hacia el techo. Allí estaba, efectivamente, la rejilla pintada de blanco, para que no destacara, que se encargaba de renovar el aire de aquellos vestuarios. Cogí el banco más próximo y lo puse debajo. Seguidamente me dirigí a las taquillas metálicas que se usaban para dejar la ropa durante los entrenamiento y partidos, pero que ahora estaban siendo usadas para guardar pertenencias de forma segura, que no fueran excesivamente grandes. Saqué mi llave y abrí con cuidado la puerta, que chirrió levemente. Regí mis cosas, entre ellas una muda de ropa de calle preparada para ese momento (yo me había acostado en pijama para disimular), ropa oscura, con un gorro de lana y unos guantes. Cuando estuve listo, me subí al banco y examiné el respiradero. Hace algunos años la mayoría estaban sueltos, o si no lo estaban, mis amigos y yo nos encargábamos de ello pero lamentablemente el tiempo había pasado y ya se habían encargado de volver a ajustar aquellas entradas de aire. Metí los dedos por los huecos y aguante la respiración. Tensé los músculos y de un fuerte tirón saqué el enrrejillado. Por desgracia mis cálculos habían fallado: estaba convencido de que estaba más anclado, así que mi tirón provocó un ruido bastante fuerte, que en mi estado de nerviosismo provocó que encima, del susto, se me cayera al suelo aquella pieza metálica. Miré hacia la puerta muy nervioso, y sin tiempo para más me agarré a los bordes de aquel hueco. Me impulsé hacia arriba con tanto ímpetu que casi me golpeo con el techo del conducto. Empecé a reptar todo lo rápido que pude por aquel estrecho conducto. El trayecto se me hizo cortísimo. Enseguida llegué hasta la salida que se situaba encima del cuarto de mantenimiento, pero recorrí lo que me quedaba hasta la fachada primero. Miré por la salida de aire a la calle. La estampa del exterior era de soledad y tranquilidad: todo estaba desierto. Dos columnas de humo asomaban entre los rascacielos, o al menos eso creía, ya que la oscuridad de la noche me impedía tener certeza, y aunque la iluminación eléctrica funcionaba, todo estaba extrañamente oscuro y la imaginación podía estar jugandome una mala pasada. La imagen no era apocalíptica, pero si tenia un tono lúgubre. Al menos no había ningún zombie en la calle, eso era buena señal. Retrocedí hasta tocar de nuevo con las manos la salida del conducto que recogía el aire de la sala de limpieza. Empujé con las manos, ahora que ya tenía más calibrada la fuerza que tenía que emplear no formaría tanto ruido. Una vez sacada la rejilla, saqué mi móvil, el cual había dejado todo el día cargando, e iluminé delante de mi. Aquella habiatción parecía seguir teniendo la misma función, solo que ahora tenía un par de muebles más. Salté al suelo y me dirigí a la puerta. Dentro de mi sabía que el truco de la cerradura que no cerraba bien ya no me funcionaria, pero una vez habiendo llegado allí no me detendría. Además, el escandalo formado antes ya tendría de sobre aviso a los militares, que como mínimo me arrestarían si volvía atrás, así que no me andaría con muchos remilgos. Agarré el pomo de la puerta y comprobé, que efectivamente, estaba cerrada. Volví a intentarlo esta vez con un empujón más fuerte. No se abriría así. Retrocedí un par de pasos y le pegué un patada a la puerta, que esta vez sí se abrió de golpe, rompiéndose en parte la cerradura. Salí deprisa de allí, encajando la puerta a mis espaldas, pero no quería darle tiempo a posibles muertos vivientes a llegar atraidos por el escándolo. Recorrí a paso ligero la distancia que me separaba de la acera de enfrente y me pegué a la pared. Ya tenía la respiración agitada, la boca seca y el puso acelerado, y lo único que había echo era salir de aquel edificio. Al menos, si no regresaba nunca, Rodey estaría allí seguro, con todos aquellos militares, pero se que no me perdonaría nunca por irme así.
      
               Caminé hasta la esquina, y me asomé, como tantas veces se ve en las películas. Miré con mucho cuidado y lo que vi fue una plaza desierta. Yo había pasado por aquí decenas de veces en el pasado, mi casa no distaba más de cinco manzanas, así que podía decirse que este era el barrio donde me crié. Miré también las ventanas y balcones de los edificios. Todos estaban, o bien cerrados, o en completa oscuridad. Por unos segundos empecé a arrepentirme, porque la escena me provocaba inseguridad, pero en mi interior sabía que era peor quedarse atrás con la incertidumbre. Hasta el momento todo había ido tan deprisa que no había tenido tiempo ni de llorar o hacerme más preguntas de las justas, y quería que siguiese así, huir hacia delante era todo lo que se me ocurría. Saqué el revolver de mi bolsillo, junto con las dos balas. El cargador tenía espacio para seis balas. Tres que Rodey había introducido el día anterior más esas dos hacían cinco: tendría que conformarme. Crucé la plaza, que no era excesivamente grande, y me metí por una calle pequeña que  iba en paralelo al polideportivo y que terminaba en una larga avenida de rascacielos, el centro de la ciudad. Cuando alcancé el final de la callejuela me asomé... delante de mis ojos, justo lo que menos quería ver: al menos una veintena de aquellos monstruos se repartían entre los coches aparcados, o entre otros tantos que se hallaban en medio de la calzada abandonados a su suerte. Me escondí en las sombras que me proporcionaba mi posición. Los cristales de los escaparates cercanos estaban totalmente rotos y saqueados. Ene se instante un ruido llamó mi atención, y también la de aquellos seres, pues miraron en la misma dirección: el cielo. No había duda, se trataba de un helicóptero,. No me paré a saber si era militar, aproveché que todos los zombies estaban distraidos para salir a la carrera agachado por la acera hacia la izquierda, rezando porque todos aquellos diablos fueran tan lentos como los del motel. No puede evitar echar una mirada atrás. Todos aquellos seres presentaban heridas, la mayoría sangrantes, huesos a la vista, la mirada perdida... Todos llevaban la ropa del momento en que habían sido... "transformados". Claramente se distinguían un policía, dos bomberos, una ama de casa en pijama y.. un adolescente desnudo, entre otros, seguramente estaba dándose una ducha cuando todo se le vino encima... igual que yo, que simplemete estaba durmiendo, desando llegar a mi casa para pasar un agradable verano con mi familia cuando empezó aquella pesadilla, hace tan solo unos días... ¿Que demonios era todo aquello? ¿Alguna especia de castigo divino? ¿La autodestrucción del ser humano? ¿El siguiente salto evolutivo? Nosotros erradicábamos el entorno a nuestro antojo para que se adaptara a nosotros, no nosotros al entorno, como dictaba la naturaleza ¿acaso esta era su respuesta equivalente en rapidez y contundencia? Mis pensamientos se vieron interrumpidos con brusquedad cuando mi hombro y mi rodilla chocaron la puerta entreabierta de un coche, lo cual hizo saltar la alarma de este de inmediato. Todo por correr mirando detrás
- ¡Joder! - Grité para mi por el susto. Volví la vista de rápidamente hacia mis espaldas de nuevo. Todos y cada uno de aquellos seres se volvieron hacia mi, y sin pensárselo dos veces comenzaron a caminar hacia mi. Tendría que correr. Por suerte para mi, el resto de la avenida estaba desierto, y además era muy ancha, así que no tendría mayor problema en llegar a mi ca... de repente, de todas las bocacalles cercanas y lejanas a mi empezaron a surgir zombies, como si de una riada de carne muerta se tratase. Todos con aquellos pasos lentos pero inexorables. Miré lo que me rodeaba con desesperación, la adrenalina me recorría el torrente sanguíneo. A mi izquierda una serie de portales  de un bloque de viviendas. Al otro lado de la calle una tienda de electrodomésticos, así como un callejón a su lateral. Si no recordaba mal y los nervios no me jugaban una mala pasada, no era un callejón sin salida. Lo más sensato no era coger aquel camino: dentro del callejón podía haber más zombies, pero no era mi momento de mayor lucidez precisamente. Corrí más rápido de lo que nunca imaginé. Enfoqué la callejuela y observe que estaba muy oscura. Corrí y corrí internándome cada vez más hasta que vislumbré una tapia de un metro y medio, hecha de ladrillo. Me impulsé con una mano y la salté, un par de metros más allá terminaba bruscamente el corredor, acabando en una nueva plaza, pequeña y sin salida, casi un patio interior de aquel bloque de viviendas que lo rodeaban, con un parque infantil en medio que contaba con el característico rectángulo de arena más columpios, y allí en medio justo de la arena, lo que parecían dos niñas de espaldas a mi, una de ellas agachada, tal vez escarbando en el suelo. No podía hablar, como siempre. Mi enfermedad no distinguía de edad, sexo o religión. Así que opté por zapatear en el suelo para llamar la atención de las niñas en caso de que pudiesen oírme. Las dos se giraron rápidamente hacia mi. Casi me caigo de espaldas de la impresión de lo que vi, que aún hoy día me provoca terribles pesadillas: ninguna de las niñas tenia rostro, toda la carne de su cara había sido arrancada de cuajo, dejando solo a la vista el cráneo, lleno se sangre seca. Ni tan siquiera tenían ojos. No me hubiesen visto, pero yo había llamado su atención pensando que seria más prudente para mi llamarlas desde lejos. Miré a mis espaldas. Mi única vía de escape estaba llena de carne putrefacta. No tenía salida en ninguna dirección.
                    [Continuará]

jueves, 2 de diciembre de 2010

Abandonar tu vida.

- ¿Donde están mis padres? - interrumpí a mi amigo. Rodey se quedó con la palabra en al boca. Dejó de andar y me miró con gesto de preocupación.
- Espera, tengo que contártelo todo, desde el principio. Ten paciencia.- Su ceño fruncido me preocupó sobremanera, pero cerré los ojos y suspiré. Me temía lo peor. Asentí con la cabeza en señal de que narrase lo sucedido. Nos acercamos a unos bancos del graderío y nos sentamos.
- Bueno, cuando caíste inconsciente en el coche Mónica empezó a conducir, en principio solo por huir de aquel sitio infernal, asustada y confusa. Así que cuando yo recuperé la consciencia vi que estábamos en dirección contraria, justo en sentido opuesto a Hammond. En principio me asusté bastante, no sabía donde estaba ni que pasaba, me desperté gritando y por poco provoco un accidente. Pasado ese sobresalto inicial me aseguré de que estabas bien y paramos, me puse yo de copiloto y a ti te tumbé en la parte posterior para que te repusieras. Le indiqué por donde debíamos ir para llegar a Hammond. Mónica también venía originalmente hacia aquí, pero pero la verdad, no le pregunté con que motivo. Por el camino he llamado a mi familia, están bien, lo que pasó en el motel parecía un hecho aislado, pero pronto comprendí que no. Lo que quedaba de trayecto nos ocupó el día entero, por lo que llegamos al anochecer. Por el camino vimos numerosos accidentes de trafico, y lo peor de todo: más... más de aquellas cosas. - Rodey tuvo que hacer una pausa, los ojos se le bañaron en lágrimas. Yo siempre había tenido a mi compañero de habitación universitaria por alguien fuerte animicamente, pero esta situación, esta pesadilla sobrepasa a cualquiera. - Estaban en la carretera, eran los inquilinos del motel. Algunos de ellos habían "resucitado" por el camino, en el coche. Se quedaban en medio de la calzada de pie y eso provocaba accidentes, se metían en los coches estrellados y trataban de comerse a los ocupantes, vimos varios coches de policía, y conforme pasaba el día el caos era mayor. Cada pocos kilómetros una nueva retención provocada por esos... zombies. La gente gritaba y no se como conseguimos esquivar todo aquello.. - Dejé de escuchar a Rodey unos segundos: me temblaban las piernas y el corazón me latía con fuerza. Oír a mi amigo decir la palabra "zombie" hacia que se me echara el mundo encima, una cosa era pensarlo yo, pero que incluso él lo aceptase ya, lo hacia más palpable, más real. Más terrorífico. - .. empecé a tener miedo por ti, no despertabas después de tantas horas. No obstante me alegré de ver por fin la ciudad. No sabia exactamente donde estaba tu casa, así que cogí la cartera de tu mochila para ver la dirección. Sé que la llevas apuntada ahí con tus datos y teléfono por si algún día estas en un apuro y no puedes comunicarte con alguien por tu mutismo. Mónica parecía conocer un poco la ciudad y no le costó llegar hasta la dirección. Por suerte los zombies no habían llegado hasta Hammond, pero si las noticias, por ello se había formado cierto revuelo, y en la radio no se hablaba de otra cosa. Al llegar a tu casa, te cogí en volandas para entrar. Suponía que tus padres se asustarían al verte así pero tenía que hacerlo. Mónica abrió, pero... la casa estaba vacía. Te dejé en tu cama y buscamos por todos los cuartos, e incluso pretendía salir a mirar en las calles cercanas pero, no quería dejar sola a Mónica ni ella quería que me fuese - Rodey se ruborizó - El caso es que apenas llevábamos veinte minutos en tu casa cuando todo comenzó a temblar. Todo comenzó a moverse con fuerza, los muebles se caían y se escucharon gritos. No sabía que hacer, pero por suerte acabó rápido. Se trataba de un simple (entre comillas) terremoto, pero tantas emociones fuertes una detrás de otra me estaban dejando sin fuerzas, y también es casualidad, justo en ese momento un terrremoto, joder... A los pocos minutos  un coche policial barría las calles advirtiendo que nuevos movimientos sísmicos similares llegarían en pocos minutos e instaba a los ciudadanos que así lo quisiesen a venir al refugio preventivo de huracanes y terremotos más cercano. No se porqué me decidí a venir aquí la verdad. Lo cierto es que me encontraba incomodo en tu casa, sin sus dueños y tal. Mónica me dijo que si yo me quedaba contigo en el polideportivo ella tendría que irse a resolver lo que había venido a hacer en la ciudad. Y bueno nos despedimos. - Rodey volvió a sonrojarse y yo le pregunté, como movido por un resorte
- ¿Os besasteis?
- ... Bueno, la verdad es que sí -
No era el momento ni lo que debía preocuparme, pero una de calor recorrió mi cuerpo desde dentro: los celos. No tenía ningún derecho, yo la dejé en su piso cuando ella me pidió ayuda, pero aún así... No sabia que pensar.
- Tengo que buscarlos - Le dije.
- ¿A tus padres? No, no podemos. Estamos aquí encerrados "por nuestra propia seguridad". Cuando llegamos al refugio solo había una decena de personas, un puñado de polis y poco más. La doctora podía atenderte casi en exclusiva a ti, pero dos días después... -
- ¡Espera! ¿Dos días después? ¿Cuanto tiempo llevo dormido? - Interrumpí a Rodey sorprendido.
- ..Eh, pues cinco días contando el día de viaje. - Abrí los ojos fruto de la sorpresa. Lo cierto es que me encontraba débil por la falta de alimentación, pero a la vez totalmente recuperado de mis contusiones y de mis oídos. Pero para mi solo habían pasado unas horas en la inconsciencia.
- En fin, cuando llegaron los infectados a la ciudad, al segundo día de estar nosotros aquí, fuera se desató el caos, empezaron a sonar muchos disparos y a llegar mucha gente. Tuvimos que sacarte de la "enfermería" que la ampliaron como está ahora. Ayer llegaron los militares y el FBI, montaron aquella tiendo y ya nadie puede entrar o salir de aquí. - Concluyó Rodey. Miré en dirección a la salida. Efectivamente, la tienda de campaña de color verde oscuro custodiaba la puerta y a judgar por las familias que se amontonaban frente al militar de la puerta, y por los retazos de gritos que se escuchaban, muchas familias querían salir a buscar algún ser querido dejado atrás. Pronto salieron más militares de la tienda y comenzaron a empujar y aguantar a los desolados ciudadanos que pretendían salir.
- ¿Tienes el revolver? - le pregunté a Rodey volviendo la cabeza hacia él.
- Sí, pero... no tío, no. Es peligroso, aquellas cosas estás allá fuera. Cuando el gobierno acabe con la amenaza podremos salir, no tardaran muchos días más, a lo sumo tres, como nos aseguraron ayer. -
- Sí, pero dime una cosa, ¿que es lo que han dicho exactamente que hay fuera? -
- Pues.. una plaga, una plaga de gripe altamente peligrosa y riesgo de terremotos. -
- ¿Por que no han dicho que la gente se muere, se levanta y se comen vivos a los demás? ¿Crees de verdad que van a decir algo sincero, para provocar pánico y caos? Si mi familia está ahí fuera a merced de esos monstruos quiero saber si están vivos o no, y evidentemente, ellos no van a decirme nada. Estarán más preocupados de saber que carajo pasa y como les afectará economicamente como país...
- Ssssh baja la voz, si te oye alguien seras tu el que provoque más miedo entre esta gente. - Me reprochó Rodey. - Y puede que tengas toda la razón pero no puedes salir, por tu propio bien, y por que esa gente no va a dejarte. - En eso también estábamos de acuerdo, pero lo que Rodey no sabía es que yo conocía una manera de salir del recinto. Hace algunos años mis compañeros de equipo y yo nos colábamos en el polideportivo para aprovechar el terreno, incluso en ciertas ocasiones en las que este permanecía cerrado (algunas veces urante la noche). Para hacerlo, aprovechábamos una puerta de mantenimiento que nunca cerraba bien. Con un fuerte tirón podía abrirse, dentro, solo algunos utensilios de limpieza, pero existía un conducto de ventilación que terminaba en la fachada exterior por encima del cuarto. Para acceder a él entrábamos en el habitáculo, cerrábamos las puertas y quitábamos el falso techo para acceder al respiradero, muy amplio eso si. Teníamos que entrar desde el "cuarto de la limpieza" porque nos quedaba demasiado alta la salida del tubo en la fachada externa. Ya una vez recorridos unos metros del tubo, solo había que ascender por una de las múltiples salidas que daban al interior, bien a los vestuarios, bien a los propias pistas deportivas. De hecho en ese mimo momento solo tenía que mirar hacia la pared y ver las rejillas. Lo cierto es que ahora yo era algo más alto y ancho, ya no era un chaval de 15 años, pero cabría. Esperaría hasta el anochecer, cogería de nuevo una mochila con lo necesario, llegaría a la ventilación desde los vestuarios y saldría a buscar a mi familia. Lo cierto es que no podía meter en algo así a Rodey, era demasiado peligroso, pero me hubiese sentido mejor si él viniese.
- Tengo un par de cosas que hacer. ¿Qué cogiste de mi casa? - le pregunté a Rodey.

      Por suerte para mi, Rodey había traído varias cosas útiles, entre ellas las maletas con mis cosas de la universidad. Pude hacer una mochila con una botella de agua, un cuchillo, comida al menos para dos días (yo creía que sería más que suficiente), las llaves, el móvil, la cartera con 100 dólares, una muda de ropa y lo más importante, recién salidos de mis maletas de la universidad: unos tapones para los oídos que usaba cuando estudiaba. Me serían altamente útiles para los gritos de los zombies. Por otra part,e pude ducharme y cambiarme de ropa. En el bolsillo del pantalón tenía ese extraño frasco de pastillas. El caso es que era demasiado subrealista que unas pastillas hubiesen provocado todo aquello.. Por si acaso, lo guardé también en la mochila. Todo esto tuve que hacerlo casi a escondidas, porque sabía que Rodey me impediría salir, o peor aún, querría acompañarme. Esperé el resto del día, ni me acerqué a los médicos a pesar de que suponía que tenía que ir al meno dos veces al día durante al menos las próxima cuarenta y ocho horas. Por fin la noche hizo acto de presencia en el polideportivo. Media docena de pequeñas luces eléctricas se encendieron. Noté que eran lo suficientemente tenues como para que la luz no llegara a los altos ventanales y no se viera la iluminación desde fuera. El frió me provocó un escalofrío. Antes de irme tenía que coger el revolver de Rodey.
          
                Le dí las buenas noches con un gesto aproximadamente a las once de la noche,me tumbé y esperé una hora. Aún quedaban algunos grupitos hablando pero lejos de mi. Toda la gente de mi alrededor estaba durmiendo. Me puse de pie y miré hacia la puerta principal. Uno de los dos militares miró en mi dirección. Yo fingía que me dirigía a orinar al baño, donde previamente había dejado escondida la mochila. Pasé por delante de donde Rodey dormía (casualmente al lado de donde tenían sus "camas" un grupo de estudiantes, la mayoría chicas). Eché un vistazo rápido a sus pertenencias. Observé lo que parecía la pistola en el bolsillo de una de sus maletas. Me agaché y con un gesto rápido pero firme abrí el bolsillo, haciendo un ruido que me pareció excesivo. Estaba un poco nervioso y me parecía tener al soldado con la mirada clavada en la nuca. Saqué el revolver y tres balas calleron al colchón de Rodey. Al parecer él había cargado el arma con tres balas y las restantes las tenía en ese mismo bolsillo para terminar por la mañana. Las balas rodaron por el colchón y una de ellas llegó hasta su brazo. Aguanté la respiración unos segundos. Arrugó la nariz pero no se despertó. Cogí las otras dos balas y me puse de pie. Escondiendo la pistola, caminé con paso rápido hasta el vestuario. Cogí el pomo de la puerta desando desaparecer de la vista. Giré el pomo y empujé. "¡Mierda! ¡No!" pensé en mis adentros. La puerta estaba totalmente cerrada.

jueves, 25 de noviembre de 2010

Regresar a casa.

No podía cerrar los ojos de puro pánico, además no iba a quedarme inconsciente por el momento y no tenía fuerzas para defenderme, ya que el dolor y el mareo me habían debilitado. Estaban a tan solo cuatro o cinco metros. Rodey tenía más suerte. Me iban comer vivo y tendría que soportarlo despierto.
       Intenté gritar, pero lo único que produje fue una especie de aullido. El dolor  y la angustia eran insoportables. A cada paso que daban se acercaban un poco más... hasta que de repente algo impactó en la cabeza de uno de los zombies, con tanta fuerza que lo derribó al suelo. Miré hacia el hueco que se formaba ahora entre nuestros atacantes y vi la a ella. La mujer de pelo cobrizo, Mónica, a al cual yo no había auxiliado, ahora, silla en mano, nos salvaba a Rodey y a mi. Ni la había visto acercarse. Mónica tenía entre las manos una de las sillas de hierro del comedor. En su cara también había miedo, pero parece que ella era mejor persona y más valiente que yo: no iba a dejarnos morir allí y de aquella manera. Con la silla golpeó a izquierda y derecha, derribando aquellos muertos andantes. Dejó caer la silla, corrió hacia nosotros y me ayudó a levantarme. Sacando fuerzas de la flaqueza desenfundé nuevamente el revolver y le hice un gesto con la cabeza para que recogiese a Rodey y me dejara a mi. Al menos yo podía andar y el miedo estaba dejando paso a la ira. Apunté a la cabeza del más próximo. Incluso en aquella situación mi problema para hablar con los demás me daba la suficiente perspectiva  para darme cuenta de que solo dos de aquellos monstruos no habían vuelto a levantarse tras ser heridos: aquel al que había disparado momentos antes a la cabeza por estar sujetando  a Rodey por la espalda y aquel que yacía a mis pies a escasos metros, que tenía la cabeza abierta a causa del golpe con la silla propinado por Mónica. Estaba muy enfadado y dolorido, mi rabia me nubló la razón. Disparé los tres tiros que me quedaban en el arma,a la cabeza, matando en el proceso a tres zombies, pero seguían quedando varios más andando sin detenerse hacia nosotros. Mónica tenia cogido a Rodey para ayudarlo a caminar, yo apenas podía andar y había gastado todas las balas. El sonido de los tiros atraería más... Apoyé mi mano en el hombro de Rodey, que había recuperado un poco la consciencia, al menos podía caminar y no tendríamos que llevarlo  a cuestas. Empecé a caminar junto con Mónica hacia nuestro coche que estaba en medio del parkig. Los zombies no agarraron mi brazo de puro milagro, pero aún con lo lento que andábamos eramos más rápidos que ellos. El corto trayecto hasta el coche se me hizo eterno, pero conseguimos llegar sin que ninguna de ellos nos cogiese. Colocamos a Rodey en la parte trasera del coche y yo me senté de co-piloto, no tenía fuerzas para conducir. Le di las llaves a Mónica, arrancó y eso fue lo ultimo que recuerdo antes de caer en la insconciencia y la negrura me tragase.


       Abrí los ojos sobresaltado. Había tenido una pesadilla terrible. Pero ahora al mirar a mi alrededor vería el cuarto del motel seguiría mi viaje y pasaría un estupendo verano toda aquella mierda pasaría a la historia. Pero al mirar a mi alrededor lo único que vi fue oscuridad. Busqué el interruptor de la luz... ¿pero donde demonios estaba tumbado? Aquello parecía una manta, pero debajo lo único que había era frío suelo. Mi cabeza estaba apoyada en una almohada que olía, extrañamente a mi... Intenté palpar mi entorno. Toqué algo que parecía ser mi mochila. Seguí palpando y agarré... una pierna humana. La respiración se me cortó. La solté rápidamente y me incorporé. Al ponerme de pie sobre la "cama" me di cuenta de que el sitio en el que estaba era un espacio grande, con una ventanas enormes muy altas, que desde el suelo no veía. La luz de la luna entraba por ellas dejandome claro que era muy entrada la noche. Me quedé totalmente quieto. Mis pupilas se acostumbraron a la oscuridad y vi donde me encontraba. Mi afición a los deportes se inició justamente aquí, en el pabellón de los deportes de Hammond, mi ciudad natal. En las pistas donde más de un centenar de personas dormían a mi alrededor, tumbadas sobre colchones, mantas, sacos de dormir, etc... yo pasaba horas jugando a baloncesto con Rodey, al tenis, al soccer,... en mi época de instituto. Este edificio era el recomendado en caso de emergencias, tales como un terremoto o un tornado, junto con los otros pabellones repartidos por la ciudad. En una ocasión la casa de un compañero de clase en el instituto se incendió y hubo de dormir dos noches aquí con su familia. Volví a tumbarme en el suelo. Me acurruqué en posición fetal y comencé a llorar como un crío. Cuando ya no me quedaron lágrimas ni fuerzas me quedé dormido. Amaneció y con ello comenzó la actividad en aquel lugar. Pude ver lo que la oscuridad de la noche no me había dejado: todas las pistas estaban ocupadas como dormitorio comúnRodey con una amplia sonrisa. No pude menos que reírme y abrazarlo.
- Joder tío, estamos vivos después de todo ¿eh? - me dijo sin dejar de abrazarme. Nos separamos y lo miré, le hice una señal para subir a las gradas, donde podría hablar sin problemas. Precisamente estas habían sido lo que en un principio habían evitado que viese los ventanales. Las gradas estaban en una posición superior, rodeando las pistas y desde el suelo no podía ver la parte alta de las paredes del recinto, donde se hallaban las vidrieras. Subimos las escaleras no sin tener que esquivar a muchas caras largas y de tristeza que nos rodaban. Se notaba en el ambiente la pesadumbre. Me moría de impaciencia por preguntárselo, así que en cuanto estuvimos en las escaleras de acceso al graderío se lo dije:
- ¿Esto es Hammond verdad?
- Sí, esa chica, Mónica, condujo hasta aquí porque se lo indiqué. Dijo que también venía hacia Hammond, así que nos trajo hasta la casa de tus padres. Entonces...
- ¿Donde están mis padres? - interrumpí a mi amigo. Rodey se quedó con la palabra en al boca. Dejó de andar y me miró con gesto de preocupación.
              [Continuará]
          

viernes, 19 de noviembre de 2010

Dolor más deseperación: agonía.

         Ambos no quedamos mirando el cuerpo, tumbado bocabajo, durante varios segundos, sin saber que hacer. Las sirenas de la policía estaban ya aquí, en el motel. Escuchamos a los coches aparcar en el parking. Pero ninguno de los dos podíamos reaccionar. "Aquello" , el zombie, o como se llamase, estaba poniéndose de pie.
         Mientras nuestros cuerpos paralizados y con la respiración agitada miraban el espectáculo, mis manos aferraron el revolver con tanta fuerza que dejé de sentirlo.
- ¡Corre! ¡Corre! ¡Muevete! - Rodey me empujó con fuerza, haciéndole avanzar hacia la entrada del motel, donde se escuchaban ya las puertas de los coches policiales abriéndose. Pero no nos resultaría tan fácil. Aquella pesadilla caminó un par de pasos hacia su derecha con toda la cara totalmente destrozada y ensangrentada por la caída, solo se adivinaba un ojo en la pulpa de su cara, y me pareció ver un par de costillas asomando por la camisa. Al situarse en esa nueva posición provocó que el camino que nos quedaba para huir fuese muy estrecho. Me paré de golpe. Es cierto que podíamos pasar facilmente corriendo, aquel monstruo era lento y torpe, más aún si cabe debido a que cuando estaba vivo también lo era,  pero podía volver a emitir aquel angustioso grito. Hasta ese momento había presenciado dos veces aquello, y en ambas me encontraba a varios metros del ser, y aún así el sonido me había aturdido, no quería comprobar que pasaba entando cerca.
- ¡No, espera! ¡Por aquí! - Me frené en seco y agarré de la camiseta a Rodey, dandome la vuelta de inmediato: a nuestras espaldas estaba la única salida posible: el bosquecillo de pequeños arboles.
  Empezamos a correr esquivando facilmente los troncos. Solo escuchaba los golpes amortiguados de nuestras mochilas contra la espaldas, y nuestra propia respiración cada vez más fuerte. Cuando nos habíamos alejado al menos setecientos metros del motel dejamos de correr y nos apoyamos en uno de los arbolillos. En el cielo, frente a nosotros el cielo se teñía de naranja oscuro, anunciando la llegada del nuevo día. Me sequé el sudor de la frente y miré a mi alrededor. Nada nos seguía. El silencio se rompió con varios disparos lanzados en el motel. Parece que los problemas con la policía comenzaban en el motel. Me temblaban las piernas mezcla del miedo y del dolor. Seguía sosteniendo en mis manos el revolver 45 Long Colt de Rodey.
- Sobrevivió a tus disparos y los disparos del policía... -  Murmuré
- ¿Qué? ¿Quién? ¿La mujer? - Me preguntaba Rodey confuso.
- La vi en la tercera planta... Se puso de pié con todo el cuerpo agujereado. También gritó como lo hizo él y rompió en pedazos las bombillas y cristales de alrededor... -
- ¡Joder! ¡A la mierda con esto! - La patada de Rodey casi quiebra un árbol, pero creo que se hizo más daño él que la planta. - ¡Nada de esto tiene ningún sentido! ¡Me cago en la puta! ¡Es una jodida broma! ¡Y si pillo al responsable te juro que le rompo las piernas! ¡Esto no es una puñetera película! - Con cada palabra se iba enfadando más y más, hasta que alzó la cara al cielo y gritó - ¿¡ME OYES?! -
- Ssssshh ¡Callate! ¡Puedes atraerlos aquí maldito idiota! - Le repliqué a Rodey, pero yo también le estaba gritando. La solo idea de ver a otro ser de esos hizo que Rodey se callara de inmediato y empezara a otear en todas las direcciones. Me llevé la mano al bolsillo del pantalón. Rodey había mencionado al "culpable" de todo esto. Saqué el franco de pastillas en que una etiqueta dejaba leer "Riders Corp." y lo observé. Parecía una marca comercial, o tal vez una empresa farmaceutica. En los videojuegos y películas zombie, normalmente había una malvada empresa que creaba el virus... ¿De verdad estaba pensando en aquello en serio? ¿Cómo es posible que alguien en su sano juicio piense en organizaciones secretas que crean virus que levantan muertos de sus tumbas? Mis reflexiones acabaron bruscamente cuando me dí cuenta de que Rodey me miraba.
- Tío, tenemos que volver a por el coche. Ya no suenan disparos. Lo más probable es que la poli halla detenido a los... a los tipos esos.... - Me dijo. Miré con el ceño fruncido hacia el tejado que se adivinaba entre los arboles.
- Esperaremos a que amanezca del todo. No debe quedar más de veinte minutos para que salga el sol del todo. - Rodey asintió con la cabeza; le parecía una buena y idea y se sentó en el suelo, con la espalda apoyada en un tocón.
    El tiempo hasta el amanecer nos lo pasamos en completo silencio. Rodey tenía la mirada perdida y aspecto de cansado. Suponía que mi cara reflejaría lo mismo. Además volvía a sentir el dolor en las articulaciones de la caída por las escaleras y en los oídos tenía una sensación extraña causado por los gritos de aquellas cosas. ¿Como diablos lo harían? Cuando amaneció por fin solo tuve que mirar a Rodey y nos pusimos en marcha.
 
   Salimos con sumo cuidado de entre los arboles, observando el edificio y los alrededores. No queríamos más sustos. Mi corazón latía con fuerza, retumbando en mi pecho, mis ojos buscaban a otro de aquellos seres saliendo entre los arboles, tras cada esquina. creí escuchar en varias ocasiones el gorgoteo que emitían por la boca esos seres de pesadilla. Cuando llegamos a la parte delantera del edificio nuestras esperanzas, nuestra ilusión de salir de allí se tornaron en frustación: los coches de policía estaban abiertos, y los cuerpos de varios agentes de la ley estaban repartidos por la entrada, casi todos mordidos y la mayoría con casi la totalidad del esqueleto al sol. Alzando un poco la mirada se observaba el parking, donde antes casi no cabía un coche ahora solo estaban estacionados una docena, pero repartidos por el asfalto más cuerpos sin vidas de los inquilinos del motel. Mi coche seguía aparcado, allí frente a nosotros. Pero no iba a ser tan fácil, sobre cada uno de los cuerpos que yacían ante nosotros, uno o más zombies (sí, he de usar ese termino a partir da ahora, aunque en aquellos momentos me pareciera la mayor de las absurdeces), arrodillados o agachados, se dedicaban a devorar el cuerpo. Tanto mi amigo, como yo mismo, hubimos de vomitar allí mismo. El sonido alertó a varios de los más cercanos, en concreto a dos que estaban comiendo la carne de uno de los policías. Saqué la pistola por puro instinto, y disparé al primero que se puso de pie. Fallé, como de esperar, en el último instante mi moral me traicionó. No iba a disparar a una persona, aquella cosa era un muchacho de no más de diecisiete años con el pelo corto y moreno. En sus ojos, con la mirada perdida, aún había lágrimas... Que ingenuo, aún creía que esas cosas eran personas. El sonido del disparo resonó con una fuerza inusual. Como ya había sucedido anteriormente, lejos de amedrentar al zombie, hizo que este caminara un poco más rápido hacia mi. Caminé un par de pasos hacia atrás y en ese instante Rodey gritó. Mientras esto ocurría, el resto de aquellos demonios se pusieron en pie y empezaron a caminar hacia nosotros, unos doce o trece. El grito de Rodey lo causaba que, sin que nos diésemos cuenta, teníamos a otros dos zombies a nuestras espaldas. Uno de ellos había cogido a Rodey por la camiseta, y le había clavado las uñas, provocando cinco surcos ensangrentados, al levantar la piel de su antebrazo. Levanté nuevamente el arma y puse el cañón del arma en la sien de aquella cosa. Cerré los ojos con fuerza y apreté el gatillo. La sangre me salpicó desde la mano hasta el pecho, incluyendo la cara. El sonido tan fuerte y cercano a los oídos de Rodey hizo que este tuviera que taparselos con las manos. Agarré del brazo no dañado a Rodey y comencé a tirar de él para huir de allí. Pero eso provocó una reacción en cadena. Todos los zombies abrieron la boca al unisono y empezaron a gritar. Aquella llamada a la muerte, con tanta potencia provocó que yo también gritara de dolor. Rodey empezó a sangrar por sus ya martirizados oídos y calló al suelo inconsciente del parking. Yo no podía parar de taparme las orejas. Intenté abrir los ojos para ver donde estaban nuestros depredadores antes de caer al suelo yo también. El dolor era tal que prefería morir antes de seguir soportando aquello. Vi que se formaba un cerco a nuestro alrededor. La sangre me empezó a brotar por la nariz justo un segundo antes de que parara el último de ellos de gritar. No podía cerrar los ojos de puro pánico, además no iba a quedarme insconciente por el momento y no tenía fuerzas para defenderme, ya que el dolor y el mareo me habían debilitado. Estaban a tan solo cuatro o cinco metros. Rodey tenía más suerte. Me iban comer vivo y tendría que soportarlo despierto.
         [Continuará]

domingo, 14 de noviembre de 2010

Huye, no mires atrás (3º parte)

En ese instante la alarma de incendios se activó (perfecto, un nuevo problema: el fuego) rociándome de agua y activando las luces de emergencias. Al encenderse esa escasa luz pude ver que no estaba solo en el pasillo... Una figura se recortaba en el extremo contrario del pasillo. La silueta en concreto alzó una mano y pulsó el interruptor de la luz de uno de los cuartos vecinos al mio. La luz de la habitación iluminó a la mujer pelirroja con la que tuve dos encuentros hacia pocas horas. La habitación de la que emanaba la luz era su propio cuarto. Su cara denotaba nerviosismo más que miedo (claro que ella no había visto los mismos horrores que yo) y me miró incrédula. Yo casi estaba temblando, al principio pensé que era otra vez aquel monstruo, y que iba a devorarme en la oscuridad...
-¿Hola? Por favor, respondeme ¿que está pasando? hay disparos y gritos, por favor tengo miedo...
Tragué saliva. Tendría que recurrir a mi segunda opción. Levanté la mano y señalé su cuarto, haciendo un gesto para que entrara.
-¿Qué? ¿Quieres que entre en mi habitación?- Dudó unos segundos antes de seguir -¿Acaso... acaso eres... mudo?- La verdad es que no era la primera vez que me hacían esa pregunta. Caminé hacia la habitación y entré, buscando con la mirada algo con lo que escribir: era mi única manera de comunicarme de momento con ella. Vi un bloc de notas encima de la mesita de noche, junto a un boli, también tenía un ordenador portátil en el pequeño escritorio del dormitorio. El cuarto olía a perfume femenino. Lo único agradable de los últimos acontecimientos. Cogí el bloc y comencé a escribir. Mientras lo hacia escuché que aquella mujer cerraba la puerta y se acercaba curiosa. Me presenté por escrito brevemente en el papel y se lo mostré a ella.
- Ah perdón, yo no me he presentado mi nombre es Mónica - y sonrió, con unos dientes perfectos y aquellos labios tan bonitos.
Seguí escribiendo en otra hoja  <<No soy mudo, tengo un raro caso de mutismo selectivo>>  Mientras escribía pensé que seguramente, si aquella mujer no fuese tan guapa y sexy, seguramente no me hubiese detenido a "charlar" con ella. Eso era algo que no solía ocurrirme, y menos en una situación como esta. Pero supuse que me sentía muy culpable por amenazar con mi arma a mis vecinos de pasillo que huían y no ayudarles. <<Es una enfermedad que impide hablar con la gente si no llevan un rato tratando conmigo. No se exactamente que pasa en el motel, pero tengo que bajar a la segunda planta a buscar a mi amigo y salir de aquí. Creo que alguien ha asesinado a un inquilino.>> Me pareció tan idiota decir que un zombie se estaba comiendo a la gente que no fui capaz de escribírselo. Y tampoco sé porque le dije a Mónica que tenía que busca a Rodey, pero igualmente le dí el escrito y comencé a salir del cuarto mientras ella leía. Para mi desgracia era la primera vez que la miraba bajo la luz directa: el agua del sistema anti-incendios  había empapado a Mónica, dejando su largo pelo mojado, y haciendo que su ropa se transparentase... Agité la cabeza y dí tres pasos hacia la puerta.
- ¡Espera! ¡No te vallas, tienes que llevarme contigo por favor! - Su voz temblaba por el miedo. Al decirle que un asesino andaba suelto, la había asustado. Me giré hacia ella de nuevo, negué con la cabeza, no haría de la niñera de nadie. Al girarme vi la ventana del cuarto y una luz se encendió en mi cabeza: las escaleras de emergencia. Caminé sin decir nada en dirección a la ventana. Abrí, no sin dificultad la ventana, ya que esta estaba un poco atascada. Me asomé. En la lejanía vi unas luces rojas y azules. Llegaba la caballería, ya era hora.

     Salí fuera, apoyando los pies en el suelo de rejilla. La brisa del exterior me acarició la cara y revolvió el pelo. Miré dentro del cuarto y le hice un gesto de despedida torpe a Mónica. Ella me delvolvió la mirada y el gesto con un rictus rígido. No supe adivinar si estaba enfadada o decepcionada, pero no podía pararme ahora. Baje por las escaleras, pasando por la tercera planta sin siquiera mirar, para evitar ver cualquier cosa desagradable si la hubiese. Llegué por fin a la segunda planta. Todo era cuestión de entrar en la habitación (esperaba que no hubiese nadie) llegar al pasillo y de ahí a las escaleras, pasar al otro lado del motel y llegar a la habitación de Rodey. Escuché el ruido de coches arrancando y algunos gritos más. La ubicación de las escaleras en las que me hallaba era el lateral del edificio, por lo que no podía ver la parte delantera, donde seguramente los inquilinos trataban de escapar. Abrí la ventana, que para mi fortuna no estaba cerrada. Al tratar de entrar por poco caigo al suelo. Seguía empapado a causa de la alarma antincendios. Además, a eso se unía el dolor que sentía aun en mis rodillas y codos a causa de la caída por las escaleras. Encendí la luz del cuarto en el que entré. No quería seguir a oscuras por nada del mundo. Salí de la habitación con sumo cuidado, abriendo primero una rendija en cada puerta y mirando al otro lado antes de continuar. Estaba en el pasillo. La luz de emergencia iluminaba vagamente mi camino. Llegué a las escaleras y de allí al corredor de Rodey.  El silencio en todo el edificio era ahora sepulcral, tras la confusión inicial, y aquí la oscuridad era total, pero la luz de las escaleras si funcionaba y pude echarle un vistazo al pasillo antes de entrar. Llegué al cuarto de Rodey y saqué las llaves que tuve la precaución de llevarme. Abrí la puerta y cerré al entrar. Rodey no estaba en su cama. De repente salió del cuarto baño con el ceño fruncido, para rápidamente reconocerme y relajar el gesto.
- Joder, al entrar dí:  "¡Rodey!", o algo así que casi me cago encima del susto... bueno que más da. ¿Donde carajo estabas? me tenias acojonado. Salí fuera, pero me decidí a quedarme esperándote en el cuarto, al ver que no tenía la pistola supuse que ibas por tus cosas y volvías. Menos mal que no me has dejado tirado - Vi encima de una silla las maletas de Rodey.
- No, no podemos llevarnos tanto equipaje, coge una mochila y llevate lo imprescindible - le dije.
- ¿De que estas hablando tío? No te acobardes, esperamos a que llegue la poli, detienen a esa tía loca y punto. Pero está claro que seguimos adelante, no voy a quedarme en este motel de locos. -
- Joder pero y si de verdad hay zombies hay fuera y... - Me interrumpieron las carcajadas de mi amigo, que tuvo que taparse la boca para no seguir riéndose:
- No te preocupes, si son zombies, llamamos a los Power Rangers y listos. Ellos podrán con la crisis. -
- ¡Maldita sea Rodey, esto no es una broma, ha muerto gente, tu lo has presenciado! - Yo no solía gritar, supongo que en parte debido ha que era muy poco hablador, así que Rodey debió darse cuenta de que yo estaba realmente preocupado.
- Joder tío tranquilo, no va a pasarnos nada ¿como puedes pensar en zombies ahora? esto no es una película mala. ¿Escuchas? la poli está llegando- Fuera sonaban las sirenas acercándose. Pero yo no estaba prestando atención. La luz auxiliar, que aun parpadeaba al otro lado de la puerta, en el pasillo, se dejaba ver por debajo de la puerta, así mismo, aunque los aspersores de agua del techo ya habían parado, el agua se había encharcado en el pasillo, En ese momento caí en la cuenta de que ni había visto fuego ni el olor a quemado característico. Supuse que el incendio debió haberse extinguido.
- ¿Que es ese ruido? - Preguntó Rodey. Efectivamente, se escuchaban pasos, claramente gracias al agua del pasillo.
- Debe ser ella, la mujer pelirroja que tiene un cuarto cerca del mio, seguramente me ha seguido.. -
Abrí la puerta sin desconfianza. Pero al otro lado lo único que caminaba estaba muerto. Un hombre grueso y alto se aproximaba hacia nosotros, apenas a un metro de la puerta, con la ropa desgarrada y heridas claras en la enorme barriga, muy posiblemente dos mordiscos que hacían que la grasa subcutánea estuviese a la vista. Creo que había visto a aquel hombre aparcando su coche unos minutos después que el nuestro. La risa de Rodey debió llamarle la atención. Desenfundé el revolver y apunté al hombre. No pude decirle nada pero supuse que si era consciente de que lo estaban apuntando con un arma se detendría. Lejos de eso parecía que ahora, al verme, tenía más prisa por acercarse.
- ¡Rodey, la ventana!¡Vamos a salir por ahí joder! - Rodey miraba al hombre incrédulo, con los ojos muy abiertos, y yo estaba demasiado asustado como para pensar en simplemente cerrar la puerta para darnos tiempo. La oronda figura se acercaba con los brazos extendidos, con un ansia tremenda por cogerme, y la boca abierta. Reculé hasta que estuve cerca de la ventana, por donde Rodey ya estaba saliendo. Hice lo propio y saqué mi cuerpo por el orificio hacia las escaleras de incendios. Empezamos a bajar la única planta que nos quedaba y desenganchamos las escaleras de mano para que llegaran al suelo. Rodey yo bajamos hasta el suelo. Por fin fuera. Respiré una bocanada del aire fresco que la madrugada  me ofrecía. La luna llena iluminaba la noche. Miré a Rodey .
- ¡Mierda tío! ¿¡Pero que coño era eso!? ¡No lo puedo creer, me cago en todo!
No pude contestarle, él ya sabia en la locura en la que estaba pensando. En ese instante un ruido de cristales rotos llamó nuestra atención. El hombre había roto el cristal de la ventana y estaba saliendo por ella, con mucha dificultad. Todavía teníamos tiempo de sobra de escapar de allí antes siquiera de que ese monstruo sacase la cabeza al exterior. Empecé a correr hacia la parte delantera del motel para dirigirme al coche.
  En ese instante, el zombie (o lo que diablos fuera) de la ventana comenzó a gritar.
  Imaginaos una mezcla entre el sonido de un elefante enfurecido con el grito de una mujer siendo torturada. Amplificadlo como si se tratase de un concierto y tendréis el resultado de lo que la oronda figura comenzó a proferir. El dolor de mis oídos hizo que tuviese que llevarme las manos a los oídos, y un mareo repentino me obligó a caer al suelo. Me encogí en posición fetal mientras yo mismo gritaba de dolor, aunque era incapaz de oírme. No se cuanto tiempo me quedé así exactamente, pero cuando abrí los ojos pude ver que el zombie estaba completamente fuera, mirándonos des la altura de dos pisos de altura, de pie en las escaleras de emergencias. Como si no supiera que hay que hacer para bajar, "aquello" empezó a caminar hacia delante, y viendo que no podía avanzar a causa de la barandilla... se tiró al vacio. Me puse de pie a la par que Rodey, y ambos retrocedimos unos pasos. El crujido de los huesos del gordo al caer contra el suelo fue más que desagradable. Ambos no quedamos mirando el cuerpo, tumbado bocabajo, durante varios segundos, sin saber que hacer. Las sirenas de la policía estaban ya aquí, en el motel. Escuchamos a los coches aparcar. allí, en el parking. Pero ninguno de los dos podíamos reaccionar. "Aquello" , el zombie, o como se llamase, estaba poniéndose de pie.
             [Continuará]
            

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Huye, no mires atrás (2º parte)

     Miré temblando hacia el cuarto con la puerta entreabierta, la que estaba frente a la de Rodey. La luz dentro estaba apagada. Empujé la puerta con el pie y esta se abrió lentamente.
     Dentro de mi deseaba no ver ningún cadáver y estar en un sueño, pero efectivamente, al encender la luz el cuerpo de una joven de aproximadamente veintisiete años, pelo moreno y vestida con los restos de un pijama se hallaba sobre un charco de sangre, a pocos centímetros se hallaba también el resto del cuerpo al cual pertenecían los pies que acababa de ver hacía unos minutos. Un hombre vestido con un batín azul oscuro (tal y como había descrito Rodey) se encontraba en una postura antinatural. Ambos cuerpos presentaban signos de haber sido... despedazados. Alguien se había ensañado con ellos. El olor a sangre me impregnó las fosas nasales y me hicieron retroceder, apartando la vista de los cuerpos. Como aprendería muy pronto, enorme error. Salí del cuarto, recorrí el corto pasillo y abrí la puerta de acceso a las escaleras. El rastro de sangre que salía del pasillo continuaba a partir de aquí. La persona a la que Rodey había disparado había subido las escaleras. De repente otros disparos y más gritos, procedentes de algún piso superior. Subí los escalones de dos en dos hasta la ultima planta, conteniendo las ganas de vomitar con miedo y nerviosismo, parecía que mi cuerpo estaba más centrado en sobrevivir por el momento que en el asco. Ver un cadáver siempre impacta, por mucho que la gente crea que tal vez no sea para tanto a causa de las películas. Imaginaos dos cadáveres, y además mutilados... Llegué a la planta número cuatro, el rastro de sangre se perdía aquí, lo cual quería decir que fuese lo que fuese había entrado en esa planta. Perfecto, mi instinto de supervivencia me dictaba que si el problema era de otros yo podría escapar, estaba siendo egoísta de forma inconsciente. Justo al pasar por la puerta de la cuarta planta, en la que no iba a detenerme por nada del mundo la puerta se abrió de golpe, haciendo que me detuviera de golpe. Delante de mi tenía a un hombre corpulento entrado en los cuarenta años, con la perilla recortada alrededor de la boca, se notaba que se había vestido rápidamente ya que solo tenía puestos los pantalones. Supuse que debía  de ser un policía, por sus musculoso torso y porque portaba un arma reglamentaria entre sus manos.
-¡Alto muchacho! ¡No tengas miedo! Soy agente de policía, debes ponerte a cubierto, no tengas miedo, ...- Mientras hablaba sostenía la pistola apuntando un poco por debajo de mis pies, en señal de que no me aria daño, pero si se me ocurría hacer cualquier tontería no perdería mucho tiempo en apuntarme. Me fijé en el pasillo que quedaba a sus espaldas, en el suelo estaba ella. La "lesbiana enferma" que Rodey había mencionado en su relato estaba tirada en el suelo, con todo el pijama destrozado y cubierta de su propia vitae. Detrás de ella varios agujeros de bala resaltaban en la pared. Al parecer los gritos y disparos que escuché venían de aquí, el poli debió haberse topado con ella y le disparó. Pobre muchacha, tal vez no había hecho nada... Las puertas de las habitaciones estaban abiertas y los inquilinos, curiosos, estaban asomados para ver el macabro espectáculo -Bien chico, ¿cual es tu habitación?-Me pregunto el policía. Yo ya sabia que venia a continuación, la palpitación en las sienes, y sentir que la lengua me pesaba varios kilos. Hice un esfuerzo por hablar, con la mirada fija en la pistola. Solo un leve gruñido surgió de mi garganta. En ese momento uno de los vecinos profirió un grito ahogado y levanté la vista. La joven tirada en el suelo... ¡se estaba poniendo de pie! Primero se puso de rodillas, y finalmente se incorporó completamente. Al menos tenía cinco agujeros de bala repartidos por el pecho y la la cintura. Nadie dijo nada durante varios segundos. De golpe todos los presentes empezaron a gritar, algunos cerraron de golpe las puertas de sus cuartos, al menos cuatro personas se abalanzaron hacia la salida: el policía y yo. Los cuatro se entorpecieron el camino y chocaron contra el agente, por lo que cayeron todos al suelo a mis pies. Volví a mirar a la joven completamente paralizado de nuevo. Me negaba a creer algo tan irracional, tenía que haber una explicación. La  mujer estaba de pie, aún sangraba, y se notaba la perdida de sangre, la piel  que adivinaba entre la sangre y los restos de ropa estaba arrugada y se color pálido. Pero su rostro... a pesar de las manchas de sangre era una joven normal, no tendría apenas treinta años de pelo castaño, ojos azules, delgada, era tan normal... En ese momento elevó la cara hacia el techo y empezó a gritar. Un grito agudo, como jamas escuchareis ninguno, no era de dolor o de angustia, sino que tenía una función muy clara: de golpe, los cinco que estaban a mis pies y se estaban levantando, tuvieron que ponerse las manos en las orejas para protegerse del grito, las bombillas a mi alrededor empezaron a romperse en mil pedazos, provocando una lluvia de fragmentos de cristal, la oscuridad cayó sobre mi como una manta muy pesada, retrocedí un par pasos por puro instinto, perdiendo totalmente el equilibrio, ya que detrás de mi estaban las escaleras que bajaban. Caí dando vueltas y rebotando literalmente contra los escalones hasta la planta dos otra vez. Los golpes y el dolor de mis oídos hicieron que me mareara y me quedase, no sé si fueron varios segundos o algunos minutos, postrado en el descansillo a oscuras. Cuando me volví a orientar escuché los gritos encima de mi cabeza. El ruido de los forcejeos era claro. Me puse de pie todo lo rápido que pude, y busqué el revolver en mi bolsillo. No estaba. Debió caerse mientras caía por las escaleras. Mis jadeos empezaron a transformarse en gimoteos. Dentro de mi cabeza solo me repetía "¡No,no,no,no,no!" si siquiera me paré a pensar si de verdad la joven era un puto zombie, ni como coño había gritado de esa manera, ni quise escuchar los gritos de pánico y dolor en el piso superior. Me puse a cuatro patas y empecé a buscar mi arma palpando con mucha rapidez el suelo y los escalones, mientras sentía las lágrimas recorrer mis mejillas. De repente nuevos disparos, alcé al vista y vi el reflejo en la pared de varios disparos. Después de eso, el silencio... Sabía que si aquella cosa estaba arriba me oiría. Me tapé la boca con mucha fuerza, arrastrándome por el suelo hasta quedarme con la espalda apoyada en la pared. Mis manos temblaban con fuerza. Tenía la cara empapada en lágrimas y la oscuridad más absoluta me rodeaba. El silencio era insoportable.
Ella podía estar a centímetros de mi cara y yo no saberlo.






No sé cuanto tiempo estuve completamente quieto en aquella postura. Pero me era imposible hacer nada. Estaba  completamente agarrotado. En ese momento, unos pasos suaves rompieron el silencio. Bajaban las escaleras lentamente. Los pasos llegaron hasta mi altura. Pensaba que los latidos resonando en mi pecho delataría mi posición. Pero no fue así, Fuese quien fuese siguió su camino, andando lentamente, pasando por delante de mi a un ritmo que se me hizo eterno. Cuando dejé de escuchar los pasos me incorporé casi de un salto, localicé con la mano la luz de las escaleras y la encendí. Vi mi revolver tirado a un lado en el entre piso. La escena que me esperaba allí estaba sacada de la peor película gore de la historia. Los cuerpos mordidos (si, mordidos) del policía y las cuatro personas que intentaban escapar se presentaban ante mí tirados por el suelo, casi irreconocibles. El vomito subió hasta mi boca y hube de darle salida girando el cuello hacia el hueco de las escaleras. Escuché más revuelo y gritos, pero ya no sabia si arriba o abajo, continué subiendo sin mirar atrás, teniendo que pasar por encima de los cadáveres.
Por fin llegué a mi piso, abrí la puerta que separaban zona de escaleras y pasillo. Al hacerlo casi choco por segunda vez consecutiva. Varias personas salieron a trompicones dispuestas a bajar por las escaleras dispuestas a marcharse de allí, a juzgar por las maletas. Al ver la oscuridad en la tercera planta causada por... el zombie, se giraron hacia mi y empezaron a gritarme, no recuerdo exactamente, preguntando que había pasado, que donde estaba la policía, y cosas por el estilo. Levante el revolver y les apunté, lo cual fue aun pero porque empezaron a gritar más aun, pero al menos empezaron a bajar las escaleras corriendo y me dejaron tranquilo. No solo so podía responder si no que no podía hacerme cargo. Bastante tenía en esos momentos con no hacérmelo encima del miedo que estaba pasando. Saqué las llaves de mi bolsillo y abrí la puerta antes de que se apagara la luz. Abajo, otra vez, gritos de dolor, pánico y ruidos de peleas.
No cogería mis maletas solo una mochila, la cual llené con dos mudas de ropa, una botella de agua, las llaves de mi casa y del coche, el móvil con su cargador, la cartera, y no sé porque , supongo que por puro nerviosismo, metí también la pastilla de jabón de la ducha. Di varias vueltas por el cuarto sin sentido, de puro nerviosismo, y me senté comprobar el cargador de la pistola. Fue en ese momento cuando caí en la cuenta de lo cansado que estaba. La adrenalina había hecho de anestesiante durante ese tiempo pero ahora que estaba más calmado me di cuenta de lo diezmadas que estaban mis fuerzas. Pensé en sencillamente quedarme allí en el cuarto, esperar a que llegara la poli y punto. Nadie me haría nada allí. Además Rodey estaba a salvo. Pero caí en en la cuenta de que esto último no era cierto, No sabia si Rodey seguía inconsciente, si era así no creo que una simple puerta de madera le protegiese de aquella pesadilla. Además, todo el mundo sabe lo que ocurre cuando un ataque zombie asola un lugar, la policía es la primera en morir... Dios santo, estaba aceptando aquello como algo real, como si fuese posible que aquella lesbiana estuviese por ahí muerta, pero comiéndose a la gente. Joder. Pero aunque eso no fuese posible, estaba matando a la gente impunemente y a mordiscos... Pensé en salir huyendo yo solo, si buscar a mi amigo, pero deseché esa idea, Rodey había sido mi mejor amigo los últimos años, haciendo que mi vida fuese casi normal a pesar me mi problema psicológico. Si no me hubiese ayudado, seguramente no podría haber tenido a Rebeca, mi novia de la universidad, ni me habría integrado con facilidad en mi grupo de amigos. Tenía que devolverle el favor.
Tragué saliva. El cargador del revolver estaba completo con las seis balas. Me acerqué a la puerta y escuché. No se oía nada. Giré el pomo de la puerta y saqué medio cuerpo, apuntando con la pistola hacia fuera. Sin dejar de hacerlo, acerqué la mano al interruptor, para caer en la cuenta de que este se hallaba al inicio del pasillo, justo al entrar. Tenía que recorrer el corredor a oscuras y eso no me gustaba nada. Además mi móvil no tenía batería desde hacía horas, no podía contar con ninguna luz. Salí del todo y cerré la puerta tras de mi. En ese instante la alarma de incendios se activó (perfecto, un nuevo problema: el fuego) rociándome de agua y activando las luces de emergencias. Al encenderse esa escasa luz pude ver que no estaba solo en el pasillo...

lunes, 8 de noviembre de 2010

Huye, no mires atrás.

Cuarto fogonazo, las piernas entraron de golpe por la puerta, como si alguien hubiese tirado del cuerpo con fuerza, hacia el interior del cuarto. La puerta de la habitación de Rodey se abrió de golpe, haciendo que el corazón me diese un vuelco. Instintivamente salté hacia la puerta que se acababa de abrir. Mi salto me dejó de frente a la habitación de Rodey. El cañón de un revolver 45 Long Colt me apuntaba a la cara, solo tuve tiempo de cerrar los ojos con fuerza y agacharme por puro reflejo. La adrenalina llenaba mis arterias, el disparo sonó encima de mi cabeza dejándome un pitido en los oídos.
-¡Joder! ¿¡Que coño pasa?!-Escuché vociferar a Rodey sobre mi cabeza.
-¡Soy yo tío! ¡Soy yo, joder! ¡Dejame entrar y cierra la puta puerta!- Mientras le gritaba esto, presa del pánico, le empujé aún agachado, y cerré la puerta tras de mí de un portazo. Casi caemos al suelo los dos, pero no nos dió mucho más tiempo a pensar. La puerta empezó a ser aporreada detrás de mi. Me incorporé y me di la vuelta, sin saber que hacer. Rodey me empujó a un lado, con fuerza, él también estaba nervioso y asustado, ¿que es lo que hace un hombre nervioso y con miedo, que va armado? Disparó al menos tres veces a la puerta, atravesando la madera como si fuese mantequilla. Se escuchó un quejido al otro lado, como humano. Mi mente iba a mil por hora. Cientos de pensamientos me cruzaron en ese momento: tal vez hubiese sido el propio Rodey quien disparó al cuerpo del que acababa de ver los pies, ¿y si se había vuelto loco, como esos psicópatas que empiezan de buenas a primeras a dispararles a todas las personas que les rodean? Lo miré a la cara.
-¿¡Estas mal de la cabeza!? ¿¡A quien coño le disparas?! ¡Has podido matar alguien, maldita sea!
-¡A esa tía joder! ¡¿No la has visto?! ¡me cago en todo!
-¡Espera, díme que has visto! ¡Explicame que ha pasado en este pasillo!-Le interrumpí
Rodey me miro unos segundos, bajó el arma que aún sostenía apuntando hacia la puerta. Se secó el sudor de la frente, en sus ojos se notaba la confusión, y me habló con la voz ronca
-Me despertaron unos ruidos fuera, en el pasillo, vi que la luz estaba encendida y me asomé. Fuera vi a dos hombres con el uniforme de paramédicos, venían a atender a una mujer que estaba enferma, no se de qué, en el cuarto justo que estaba enfrente del mio.-Mientras hablaba se sentó en la cama -Me asomé a la puerta, vi que había una mujer en pijama delante de mi puerta. Salí y hablé con ella. Me explicó que su novia, sí su novia, eran dos lesbianas de viaje. Estaba enferma desde que salieron de viaje. Al llegar aquí se había puesto peor y había vomitado sangre durante la noche. Por eso llamaron a emergencias, que tras examinarla y darle una medicación, unas pastillas, se marcharon, asegurando que se encontraría bien al día siguiente. Así que me volví a acostar, joder, y al rato escuché un grito tremendo, desgarrador- Se me puso la carne de gallina al recordarlo- Me cago en todo, me dejó helado joder, salí fuera otra vez y empecé llamar a la puerta de las lesbianas. Dentro escuché un lloriqueo, así que forcé la puta puerta de una patada, creí que podía hacerme el héroe, pero lo que vi fue asqueroso: la chavala del pasillo estaba en el suelo, tirada boca bajo llorando, mientras su novia la "enferma" tío, creeme, ¡se la estaba comiendo viva, tenia la columna al aire!- Un escalofrío recorrió mi propia espalda, mientras la imagen se me proyectaba directamente al cerebro. Rodey, como si fuese consciente justo en ese momento de lo que había visto, vomitó allí mismo. No pude más que mirarlo, incrédulo, sin poder hablar. Sin poder hacer nada. Acto seguido, como si estuviese a punto de desmayarse, Rodey dijo con un hilo de voz:
-Volví a mi cuarto. En la puerta estaba un hombre de unos cuarenta y pocos en batín azul oscuro. Parece que se había acercado como yo a mirar atraído por el ruido. Cuando salí corriendo escuche que me decía algo. No sé que dijo. Solo sé que me metí en mi cuarto, cerré dé un portazo y busqué desesperado mi revolver y.... al abrir... estabas tu ahí....- Al acabar se desplomó en el suelo, a un lado del charco, desmayado. La pistola cayó al suelo con un golpe seco.
    Su historia tenia sentido, en cuanto a lo que yo había escuchado y visto. La ambulancia que vi desde la ventana, cualquier otro disparo con un arma del calibre del revolver de Rodey hubiese resonado por todo el motel... descarté la idea de un Rodey como asesino psicótico de mi cabeza. Si era él, fingía exageradamente bien. En cuanto a la mujer caníbal... todos hemos visto alguna película zombie, claro que sí. Pero lo que Rodey decía... Yo me sentía como si también fuese a desmayarme de un momento a otro. No podía ser cierto, me negaba. Levanté como pude el cuerpo de Rodey del suelo y lo tumbé en la cama. Fuera, escuché otro disparo más, posiblemente en las escaleras, y más gritos. Intenté tranquilizarme lo máximo posible. Estaba decidido, tenia un plan sencillo: volver sobre mis pasos, con el revolver en el bolsillo, lo más rápidamente posible y tratando de no cruzarme con nadie. Regresaría a mi cuarto, aunque tendría que atravesar todo el motel, y recogería mis cosas de la habitación. Volver, llevarme a un Rodey recuperado de su cuarto, coger el coche y largarnos de ese jodido infierno, maldita sea. Lo que mi estado de nerviosismo no me permitió ver en ese instante, es que si hacíamos eso, seríamos los principales sospechosos de los asesinatos. Pero estaba demasiado asustado y solo pensaba en huir.
   Para mi desgracia, a mi no me habían regalado un arma al cumplir los veintiuno como a mi amigo, que si era un tirador aficionado. Así que lo poco que sabia sobre el manejo de armas eran las dos o tres veces en estos cuatro años que había disparado a unas latas con el revolver de Rodey y la pistola semiautomática de Gordon, otro compañero de la facultad. Pero se suponía que no iba a necesitar dispara ni una sola vez. Recogí las llaves del cuarto y el Long Colt.        
        Miré por uno de los agujeros de bala que tenía la puerta a la altura del pecho. Al otro lado la luz de emergéncia seguía parpadeando. No había nadie. Giré lentamente el pomo, con los dientes muy apretados. Cuando hube abierto la puerta, saque muy poco la cabeza. Miré durante unos segundos el pasillo con un ojo. Un reguero de sangre recorría la distancia entre la habitación de Rodey al cuarto de las "lesbianas", que tenía la puerta entreabierta. Otro reguero de sangre iba desde la puerta en la que estaba hasta la que accedía a las escaleras. Las idas y venidas a intervalos de la luz hacía que la estampa del pasillo, cubierto de sangre fuese terrorífica, y que mi imaginación retorcida viese en cada fogonazo, a una mujer en pijama comiéndose viva a su compañera. Aunque sabia que eso era completamente imposible, que aquello era la vida real y que esas cosas no pasaban. El peso del revolver en mi bolsillo trasero me dió confianza y salí al pasillo dispuesto a cruzarlo lo más rápidamente posible, sin atreverme a mirar siquiera al cuarto de enfrente. Lo que si miré fue la puerta de Rodey desde fuera, al cerrarla para este estuviese seguro. Observé que la puerta estaba impregnada de sangre: los tiros habían dado en la persona que estuviese detrás. Mi mutismo selectivo tenia muchas cosas malas, pero también un par de peculiaridades comunes a otros casos similares. Mi capacidad de concentración es un poco superior a la normal, así mismo percibo con más detalle lo que veo. A causa de esto me dí cuenta de varias cosas al mismo tiempo: la primera, en el suelo, vi una caja circular de píldoras, como si a alguien se le hubiese caído y hubiese llegado rodando allí. La recogí. Rodey había dicho que a la enferma le habían recetada y dado unas pastillas. En el pequeño frasco, del tamaño de la palma de mi mano, no había etiqueta. Solo un papel pegado con las palabras "Riders Corp."
   Esa fue la primera cosa de la que me di cuenta. La segunda y la tercera iban de la mano: ¿porque la luz estaba rota y solo funcionaba la auxiliar, si yo hacia unas horas que había estado en el pasillo buscando a Rodey para cenar y él no había dicho nada en su historia acerca de que a esta le hubiese pasado algo? y pero aún ¿como sobrevive alguien a tres disparos en el pecho?
      Miré temblando hacia el cuarto con la puerta entreabierta, la que estaba frente a la de Rodey. La luz dentro estaba apagada. Empujé la puerta con el pie y esta se abrió lentamente.
                 [Continuará]

sábado, 6 de noviembre de 2010

El primer día del resto de vuestras vidas

Pero la luz no era lo suficientemente fuerte, no veía más allá de 2 metros. Los pasos se acercaron lentamente y una voz sumida en la oscuridad pregunto:
    - ¿Hay alguien ahí?
La voz era femenina, pero no respondí. No podía
Para mi desgracia, no importaba la situación, mi caso era un caso muy específico y extraño de mutismo selectivo. No puedo hablar con nadie, sea hombre o mujer, hasta que este no inicia una conversación conmigo, diciéndome su nombre, tranquilizándome y diciéndome cualquier cosa. Mis relaciones sociales por tanto son como poco difíciles. Por suerte pude tratarme en un centro especializado cuando tenía doce años, gracias a eso, transcurridos esos minutos puedo empezar a hablar con mi interlocutor con normalidad. Si posteriormente hablo con esa persona, puedo mantener una relación normal. Por eso fui yo el que se quedó fuera, esperando a que Rodey pidiera las llaves de la habitación. De ahí la diferencia de novias en la universidad. Como otras tantas veces me quede completamente bloqueado, casi con la respiración cortada. Como otras tantas veces intenté obligar a mi lengua a moverse como me habían enseñado, ha emitir algún sonido para que aquella mujer no se preocupara. Mi vista bajó y note las pulsaciones de mi corazón en las sienes, como otras tantas veces. De repente la luminosidad bloqueo mi vista por unos instantes. La mujer que tenía enfrente de mi había encendido la luz del relativamente corto pasillo desde su posición cercana a las escaleras. La luz que tenía en mis manos se había apagado hacia varios segundos y ni me había dado cuenta. Pude por fin observar a mi interlocutora: era una mujer de unos treinta años a simple vista, en realidad tenía treinta y cinco pero eso no lo sabría hasta más tarde, lo cierto es que aquella mujer era impresionante. Alta, con unos ojos verdes preciosos, un pelo aún más bonito, pelirrojo, y unas curvas por las que más de uno suspiraría. Aquella mujer estoy seguro estaría acostumbrada a ver rondar a su alrededor hombres de todo tipo que atraídos por sus encantos, intentarían cualquier cosa con ella. Pero creo que pocas veces se encontraría de frente con un adolecente de veinticinco años con un móvil en la mano, que no le responde, solo en la oscuridad en medio de un motel en plena noche. Para colmo el gesto de mi cara era un rictus de esfuerzo, producido por mi intento fallido de hablar, las sienes algo coloradas y la mirada en el suelo.
-¿Puedo ayudarte? ¿Estás bien?- Para mi sorpresa, la mujer no se asustó, ni me miro como si fuese un bicho raro o se rió de mí, sino todo lo contrario, se estaba preocupando por mi. Por desgracia yo no podía hacer otra cosa: terminar de abrir de una vez por todas mi cuarto y entrar, dejando a la mujer en medio del pasillo con cara de extrañada. Me sentía mal por aquello, pero no quería hacer el ridículo otra vez. Si mañana por la mañana veía a Rodey y coincidíamos desayunando le pe diría a él que se disculpara.
 Tras una reconfortante ducha me dispuse a dirigirme al comedor a cenar. Ni siquiera había deshecho las maletas, mañana por la mañana volvíamos a la carretera. Baje hasta la segunda tercera segunda planta y crucé el descansillo de las escaleras, abrí la puerta del pasillo de Rodey y vi que en pleno pasillo se encontraban dos hombres. Uno de ellos con traje de chaqueta y el otro en bata. Ambos estaban fumando, a pesar de que se prohibía fumar en los pasillos del motel. El hombre del traje de chaqueta estaba hablando casi en susurros y su interlocutor, un hombre entrado en años se encontraba bastante más alterado:
-… permitir que le hagáis eso a mi hijo y ni a su familia. ¡No tienen nada que ver con mis negocios!- dijo el que llevaba la bata
-No depende de mí, sino de usted señor Anderson. Él está aquí en Luisiana.- Replicó el que llevaba traje de chaqueta, un hombre alto, de la estatura de mi amigo Rodey, se notaba que estaba muy en forma, con un peinado muy militar. Dándose cuenta de mi presencia, se giró rápidamente, asique no pude verle la cara y se encaminó hacia la puerta que yo acababa de abrir. Su interlocutor se giró y entro en su habitación sin ni siquiera mirarme. Me quedé bastante extrañado, no todos los días ves un encuentro al más puro estilo de las películas. Llamé a Rodey y nos dirigimos al comedor.
-Tío, esto es un muermo, no veo ninguna de mis “musas”- Se quejó amargamente Rodey
-Deja de pensar por un instante en lo mismo, y dime, ¿has visto en el motel a un hombre en traje de chaqueta y aspecto de guardaespaldas?-
-¿De qué hablas? No, evidentemente, deja de ver tantas películas y dime que vas a pedir de cenar. Lo que yo necesito es una cerveza. Qué bien me va a sentar una ahora mismo…-
-Está bien, pero si ves a una mujer pelirroja, avísame. Tienes que decirle algo de mi parte-
-¿Qué? ¿Una mujer, mujer? Pero tío, llevamos 1 hora en este sitio y ya estas ligando. ¿Dónde está tu “mutismo selectivo”?
-Precisamente, resulta que….- Seguí contándoselo por el camino. Pero no podía concentrarme, no se qué me pasaba, no podía dejar de pensar en aquellos dos hombres en el pasillo de Rodey.





Durante la cena no pude ver a la mujer que dormía apenas tres puertas más allá de la mía, pero al menos yo clame mi hambre y Rodey su sed. Volvimos cada uno a nuestros cuartos. Tras desvestirme y lavarme los dientes me tumbé en la cama y casi sin darme tiempo a pensar en nada me dormí.
En ese preciso instante me desperté. Mire sobresaltado a izquierda y derecha desorientado. Había tenido una pesadilla. Eran las tres y cuarto de la noche. Me tumbé de nuevo y cerré los ojos. Así me llevé al menos cuarenta y cinco minutos, entre el sueño y el desvelo. Me senté en la cama atontado. Mi cuerpo me pedía descanso pero mi mente no me dejaba.  Sería mejor echarme algo de agua en la cara y relajarme. Encendí la luz del pequeño cuarto de baño y me dispuse a abrir el grifo cuando escuche sirenas fuera. El baño no tenia ventana, así que me vi obligado a ponerme los pantalones y  una camiseta, salir al pasillo y asomarme, porque la ventana de mi cuarto daba hacia la parte posterior del motel, un bosquecillo de arboles bajos.
Al salir al pasillo, dejé la puerta abierta de mi cuarto para iluminar. Me asomé a la ventana y vi una ambulancia entrando en el poblado parking del motel. A mis espaldas, una puerta se abrió. Vi salir a la mujer pelirroja de su cuarto. Estaba en una bata, demasiado provocativa diría yo, lo cual acentuaba mi mutismo. Noté que se me encendían las mejillas y miré al suelo otra vez. Esa vez no supe ni con qué cara me miró. Volví a entrar rápidamente en mi cuarto y cerré la puerta. No me paré a pensar en que pasaría en el motel, supuse que alguien habría tenido algún problema digestivo, la cena era poco digestiva. Pensé en llamar a Rodey, pero mi móvil se había quedado sin batería definitivamente. Volví a quedarme dormido casi sin querer y vestido.
Abrí  los ojos de nuevo. Esta vez con el corazón en un puño. Supongo que todo el mundo ha tenido alguna vez una pesadilla en la un susto te hace despertar con el corazón encogido de puro terror. Para mi desgracia, lo que a mí me despertó aquella fatídica noche fue un grito. Un grito real. Un grito que me heló la sangre en las venas. Mezcla de terror, dolor y una angustia tal que aún hoy me pone los pelos de punta. Me senté en la cama jadeando, tras unos segundos de duda salté literalmente de la cama, me puse los zapatos y salí al pasillo. Enfile hacia las escaleras. Solo pensaba en que tenía que ver si Rodey estaba bien. Baje los dos pisos rápidamente y abrí la puerta de su pasillo. Pulse el interruptor. No se encendieron las luces, si no que empezó a parpadear la lámpara de neón de emergencia. La luz normal, no sé por qué, no funcionaba. La bombilla de emergencia, q indicaba la salida era una luz tenue y muy dorada, que parpadeaba, permitiéndome solo ver en fragmentos horribles lo que había en el pasillo. Mi corazón volvió a encogerse, al ver un cuerpo tirado en el suelo, asomando solo los pies por la puerta  frente a la de Rodey. Abrí muchos los ojos. Un parpadeo de luz. Oscuridad. Dos parpadeos. Oscuridad No podía moverme. ¿Era un cadáver? Tres parpadeos de luz. Oscuridad. Cuarto fogonazo, las piernas entraron de golpe por la puerta, como si alguien hubiese tirado del cuerpo con fuerza, hacia el interior del cuarto. La puerta de la habitación de Rodey se abrió de golpe.
    [Continuará]

jueves, 4 de noviembre de 2010

No sé por dónde empezar...

      El título que he decidido ponerle al comienzo de mi narración es precisamente el que es porque no sabría por donde comenzar, ¿por tres días antes de que empezara todo? ¿por dos horas antes? ¿por cuando me enteré yo, o por cuando comenzó realmente? lo cierto es que fue hace tantos años que lo mejor será empezar a escribir y mis entumecidos dedos le den la forma necesaria a mi relato...
      En aquellos años yo acababa de terminar mis estudios universitarios de periodismo deportivo en la universidad de  Mr. Martinville (Louisiana) y me dirigí en coche, mi reluciente coche nuevo (un Mitsubishi 3000GT del 94 ni más ni menos), hacia Hammond, lugar donde había vivido hasta los 18 con mi padres. Mi madre me insistió días antes de que no fuese solo en coche tantos quilómetros, teniendo que dormir en hoteles de carretera, que aquello era demasiado peligroso, así que llevé conmigo a Rodye, mi compañero de cuarto en el campus, lo invite a pasar el verano en mi casa, con la promesa de que en Hammond vería las más bellas tentaciones hechas mujer, así que acepto sin mucha dilación. Rodey era como yo, y como tantos otros chavales de entre veinte cuatro y veinticinco años, un mal estudiante, con la cabeza puesta en las mujeres que nos rodeaban, ambos podíamos presumir de buenas conquistas en nuestras fiestas nocturnas, pero supongo que quien no en aquellos tiempos. Yo era algo más bajo que mi compañero, moreno, de ojos verdes delgado, me entrenaba al menos tres días a la semana en el gimnasio por mi pasión a los deportes especialmente el béisbol así que no podía quejarme de mi forma física. Por su parte Rodey era algo más alto, lo cual aprovechaba en el equipo universitario de baloncesto de la universidad, castaño claro casi rubio, con una recortada barba cubriendo desde las patillas hasta el mentón, también rubia y estaba algo menos en forma, supongo que por su afición a las cervezas..
     Dejamos atrás horas de estudio, yo una novia y Rodey al menos cuatro; para cuando dejamos atrás también cientos de kilómetros, hubimos de parar a dormir en un motel de carretera, el típico que veráis en una película de terror made in USA, solo nos separaban dos días de nuestro destino.
  -Lo siento, pero sin son literas me pido la de arriba- Dijo rapidamente Rodey al bajar del coche.
  -Espera un poco, vamos a cojer habitaciones separadas. ¿De verdad crees que quiero volver a dormir en el mismo cuarto que tu?- Respondi
  -Vamos no seas timido- arqueó una ceja mientras andábamos hacia el motel, provocando me una sonrisa y un gesto de negación con la cabeza. Mientras, a nuestra izquierda caía el sol, ocultandose lentamente por el horizonte.
  

  -Habitación 45 y 200-
  -¿Porque tan separadas? no me refería a eso con dormir separados- Le dije a Rodey mientras me tendía la llave. Yo estaba apoyado en la pared a un lado de la entrada y me extraño la disposición de la habitaciones, pero rápidamente lo entendí al ver que Rodey hacia un gesto hacia el aparcamiento: sus cerca de doscientas plazas estaban ocupadas, asi que serian las dos únicas habitaciones libres. Para cuando llegué a mi habitación (hube que coger la 200, Rodey se empeño en que en la 45 había más posibilidades de ver alguna "musa" como él las llamaba) ya era noche cerrada. Dejé las maletas delante de  mi puerta y saque las llaves. Justo en ese momento, se apagaron las luces automáticas del pasillo. El motel era un edificio viejo rectangular, con una recepción en la planta baja, dos secciones separadas por el hueco de las escaleras, a un lado 20 pasillo con 5 habitaciones cada uno, al otro lado lo mismo, delante del edificio se encontraba  la explanada que hacia de aparcamiento, a la cual se accedía desde la autopista. Al ser un edificio antiguo el sistema de luces funcionaban... de forma escasamente eficiente, así que apenas me dio tiempo a llegar a mi puerta se apagaron las luces. Tendría que recurrir a la luz de la pantalla del móvil, tan socorrida muchas veces en estos casos. Saqué el móvil del bolsillo, abrí la tapa y la luz tenue de la pantalla me recordó la poca batería que me quedaba en él. Iluminé la cerradura mientras sacaba las llaves. A mi izquierda provinientes del hueco de la escalera sonaron unos pasos. Ilumine hacia allí sin habrían aún la puerta, pensando que seria otro inquilino víctima de la traicionera luz, pero la luz no era lo suficientemente fuerte, no veía mas allá de 2 metros. Los pasos se acercaron lentamente y una voz sumida en la oscuridad pregunto:
    - ¿Ahi alguien ahí?
La voz era femenina, pero no respondí. No podía.
            [Continuará]




Espero poder ir escribiendo cada pocos días, hoy no tengo mucho tiempo así que la entrada es corta, pero cuando tenga más tiempo serán con más contenido, dialogo, acción,.. y claro, daran más miedo (o eso espero) Un saludo! :)