miércoles, 9 de marzo de 2011

Abandonar tu vida (5º parte)

             Acostumbrado como estaba al revolver, había olvidado que aquél arma contaba con un seguro que yo no había quitado. El ser se me abalanzó encima rápidamente, pero con gesto rápido agarré un perchero de pie situado a mi derecha y lo interpuse entre ambos. Este gesto muy probablemente me salvó la vida. Trastabillé al retroceder mientras intentaba quitar el seguro. Caí de culo y me di un golpe en la espalda con un macetero roto. Sudaba a mares y respiraba con fuerza, y a pesar del temblor de manos conseguí quitar el seguro y descargar dos tiros en el zombie antes de que este terminara de zafarse del perchero. Ambos impactaron en su pecho haciendo que cayera de espaldas, a pocos centímetros del chico de color. Me incorporé rápidamente. Desde el suelo había visto claramente a varios más de ellos entrando por la puerta principal. Casi sin darme cuenta tenía al chaval en brazos. Corrí adentrandome en el teatro/cine.
              Entré en la primera sala que encontré a mi izquierda. Contaba con patio de butacas, unas gradas y por supuesto el escenario. Las luces, aunque tenues y escasas al menos permitían ver con claridad el escenario, y esa era mi referencia, desde allí podría ver la salida para el público. Por suerte el chico era bastante delgado y no me costaba correr mucho con él a cuestas. Mientras cruzaba el patio de butacas por el pasillo central, procuraba ni mirar ni a derecha ni a izquierda. La oscuridad sumía esas zonas de una forma tétrica, y el silencio solo era roto por el resonar de mis pasos que rebotaba por toda la sala. Tampoco me atrevía a mirar el brazo del adolescente que llevaba a cuestas. Solo notaba que la sangre me estaba empapando la manga derecha. ¿Y si ocurría como en las películas? Si se trataba de una infección zombie que todo el mundo ha visto, el mordisco transmitiría el "virus". El chaval acabaría despertando transformado en uno de ellos. Dentro de mi tenía la asquerosa sensación que había salvado al joven solo para saber si efectivamente los mordiscos transmitían la pesadilla. Quería acallar aquella voz de culpabilidad. El instinto de supervivencia era así. Si quería sobrevivir tenía que saber como se transformaban las personas en zombies. Todo esto me hacia sentir culpable, egoísta, porque quería convencerme de que lo que yo estaba haciendo era salvar a una víctima de este mal sueño.
                     Apoyé al muchacho en el escenario, y busqué con la mirada la salida. A pocos metros del escenario se hallaban las dobles puertas que permitían al publico salir directamente a la calle al acabar la función sin tener que pasar por la entrada principal. Me quité mi camisa y rodeé el brazo herido del chaval para evitar el desangramiento. Esa vez si que hube de mirar el brazo, completa ente ensangrentado, con piel y músculos arrancados de cuajo... Me acerqué a la puerta con el chaval en brazos a la puerta y la abrí con la pierna. Un corto pasillo y al acabar otra puerta entreabierta, que ahora sí me dejaba directamente en la calle. Tomando todas las precauciones posibles, salí al exterior. Esta salida me daba acceso a una pequeña calle desde donde podía llegar con rapidez a la parte trasera de mi edificio. Dejé atrás el teatro, los zombies y también la noche, porque lentamente amanecía. Los primeros rayos de sol anaranjado me dejaron delante de la puerta de mi edificio. El portal estaba abierto, lo cual me dio mala espina. Probé si el ascensor funcionaba y viendo que aún tenía electricidad, me arriesgué a subir por él. Mi piso se encontraba en la doceava planta de un edificio de quince. Me miré al espejo del ascensor cuando recomenzábamos a subir. Mi aspecto era como una de mis noches de borrachera. El pelo revuelto, la ropa mal colocada, ojeras, etc... Solo que mi brazo derecho estaba empapado en la sangre de un desconocido. Segundos antes de llegar a mi piso mi imaginación empezó a divagarme a cerca de hordas de muertos vivientes que me estaban esperando al otro lado y que se me abalanzarian encima en cuanto las puertas se abriesen. Respiré con alivio cuando llegué a mi planta y comprobé que los pasillos estaban completamente vacíos. Me paré delante de la puerta de mi casa y busqué las llaves en mi casa. Entré como puede con el muchacho a cuestas y lo tumbé en mi sofá. Cerré la puerta todo lo posible (llave,cerrojo y cadena) y además puse la mesa del salón detrás de para asegurarme de que nada entrase del exterior. Pero ahora tampoco sería fácil salir. Me quede mirando allí de pie al chaval tumbado en el sofá. No se cuanto tiempo pasó. Pero empecé a divagar al mirar las paredes y los muebles de mi casa. ¿Cómo podían las cosas venirse abajo tan rápido? ¿Estaría el resto del mundo como aquí? ¿Estaba haciendo algo el gobierno? Todo el agotamiento, el sueño y la fatiga se me echaron encima. Mi cuerpo me pedía una ducha y dormir durante horas, pero me daba miedo que aquel joven de color se levantara y me atacase mientras dormía si se transformaba en un zombie, y encima se estaba desanrando, por lo que si no moría convertido en muerto viviente se iba desangrar. La herida era demasiado grande y yo ni tenia conocimientos médicos ni estaba enplenas condiciones mentales, me sentía lejos de mi cuerpo, veía las cosas relentizadas, como a cámara lenta. De golpe la idea de rescatar a aquel desconocido que además había intentado robarme, meterlo en mi propia casa mientras se moría me pareció la peor decisión de mi toda mi vida.... ¿En que estaba pensando? Enfadado conmigo mismo me fui al baño a lavarme la cara. La casa estaba completamente vacía se hallaba un poco de desordenada, seguramente a raíz de la visita de Rodey y Mónica. Cuando me hube espabilado un poco regresé al salón. Tenía que hacer algo, la situación me superaba pero no podía quedarme sin hacer nada. Ya que había arriesgado mi vida para salvarlo no iba a dejar que se muriera en mi casa y desangrado. Al regresar a mi salón botiquín en mano, el chaval empezó a toser con fuerza y a jadear. Me quedé mirándolo impresionado. De sopetón se puso de pie y se quedó de espaldas a mi con la cabeza inclinada hacia delante, como mirando al suelo. En su nuca se observaba un curioso agujero en la piel, que se notaba que era bastante profundo. Quise llamarle la atención pero como no podía le di dos toques al marco de la puerta para que me mirase.
Él se dio la vuelta lentamente enfocó su mirada hacia mi.