lunes, 12 de diciembre de 2011

Me quedé mirándolo impresionado. De sopetón se puso de pie y se quedó de espaldas a mí con la cabeza inclinada hacia delante, como mirando al suelo. En su nuca se observaba un curioso agujero en la piel, que se notaba que era bastante profundo. Quise llamarle la atención pero como no podía le di dos toques al marco de la puerta para que mirase.
Él se dio la vuelta enfocó su mirada hacia mí.

Su cara estaba completamente caída, con las mejillas permitiendo que la boca se quedara abierta, y los ojos en blanco. Lentamente sus iris aparecieron, subiendo desde lo profundo de la cuenca de sus ojos, como un amanecer macabro. Dejó la mirada fija en mí y comenzó a caminar a pasos rápidos hacia mí. No recuerdo exactamente si grité o no, pero retrocedí muerto de miedo (¡donde estaba mi arma!) hasta el cuarto de baño. Cerré de golpe la puerta y eché el cerrojo de golpe. No sé exactamente cómo ni con qué pero me hice un corte en el dedo índice. A los pocos la puerta empezó a ser aporreada por el chico, desde el otro lado.
Un golpe.
Dos golpes.
Tres golpes.
Silencio.
Retrocedí unos pasos y me senté en el borde de la bañera.
De golpe, las fuerzas me flaquearon, supongo que debido a la acumulación de tensión y perdí completamente el equilibrio. Resbalé hacia atrás y me golpee la cabeza con la pared, quedándome unos segundos aturdido por el golpe y tumbado a lo ancho de la bañera. El ruido provocó que aquella cosa salida del infierno comenzara a golpear de nuevo la puerta varias veces más. Cuando pude incorporarme de nuevo, con un dolor de cabeza tremendo, miré hacia la puerta. Los golpes del reciente difunto habían logrado desencajar un poco el cerrojo, y ya podía empezar a meter la punta de los dedos. Miré a mi alrededor buscando una solución desesperado. Lo único que se me ocurrió fue cerrar la puerta de golpe con la planta del pie. Usé todas mis fuerzas en aquella patada que lograron cerrar la madera… al coste de romper definitivamente el pequeño cerrojo que no está preparado para tanto ajetreo, solo para evitar que los miembros de mi familia nos viéramos unos a otros con los pantalones hasta los tobillos usando el wc…
Sobresaltado dejé caer mi peso sobre la puerta e hice presión con el hombro. Fruto del miedo y la adrenalina estaba haciendo una presión excesivamente fuerte. La puta de dedos del muchacho habían quedado atrapadas con la patada, y ahora con la presión del hombro sentí como sus falanges se chasqueaban y astillaban. Tragué saliva y cerré los ojos con fuerza.
-¡Déjame en paz joder! ¡Márchate de mi casa, maldito cabrón!- Grité, fruto de la desesperación, totalmente en balde.
Los golpes comenzaron de nuevo al otro lado como si nada hubiera pasada. Por supuesto, los cuatro dedos rotos no hicieron que aquel monstruo emitiera el más mínimo quejido. Eso era lo más perturbador. Como en las películas, daba igual que daño físico sufrieran, seguían adelante, sin dolor, sin impedimentos, fijos en su empezó. Comer carne humana
El dolor de mi cabeza, el dolor de mi hombro, el terror, el cansancio… empecé a llorar como un niño. A gritar. No sé el qué. Solo quería que aquello acabase. Que fuese un mal sueño. ¿Por qué? ¿Qué había echo yo? No le hice jamás daño a nadie ¿Era justo? Porque de la noche a la mañana mi mundo se derrumbaba y la gente moría a mi alrededor para volver a levantarse a los pocos minutos y tratar de… Giré mi cuerpo sin dejar de hacer presión y miré la estrechísima estantería blanca que tenía en el baño. La usábamos principalmente para guardar pastillas y objetos de botiquín en la parte superior, y repuestos de cuchillas de afeitar, papel higiénico, toallas, etc… en la parte inferior. Por su peso no aguantaría nunca la puerta durante mucho tiempo, pero era muy alta, hasta casi llegar al techo. Si llegaba a tumbarla, caería sobre la puerta haciendo un tope diagonal que impediría que nadie abriese jamás la puerta. Me quité de un salto de la puerta y agarré la parte superior de la estantería con la punta de los dedos. Tiré y con todas mis fuerzas y esta cedió.
En los escasos 3 segundos en los que se me venía encima la estantería, me dio tiempo a darme cuenta de los errores de mi plan.
Si dejaba que la estantería cayese de golpe contra la puerta, partiría casi con seguridad la débil puerta del cuarto de baño. Esto dejaría un hueco lo bastante grande como para que el zombie metiera el torso en el cuarto y con el tiempo se introdujese del todo.
Si por el contrario intentaba evitar que esto sucediese me vería atrapado entre la estantería y la puerta, o me recibiría un nuevo golpe en la cabeza. El mueble entero no pesaba tanto como para que en plenas condiciones lo sujetase; pero no era el caso. Solo podía hacer una cosa.
Me aparté de la trayectoria del pesado objeto. Este golpeó con fuerza la puerta, rompiendo la puerta con una facilidad pasmosa, mientras las parte de vidrio del armario estallaban en cientos de trocitos, dejando caer decenas de pastillas, enseres del baño, papel y toallas.
Recogí una de las toallas, naranja oscura, y me dirigí a la ventana del cuarto.
 Lo de recoger la toalla no era parte del plan, pero lo hice totalmente sin pensar.
Abrí el cristal y me asomé a la calle. Estaba, por suerte, despejada.
Cuando tenía apenas 10 años hice exactamente lo que me disponía a realizar, llevándome un buen saco de guantazos de mi padre y la bronca de mi madre. Como galardón por la hazaña. ¿Por qué no podría conseguirlo ahora?
La ventana de mi baño asomaba a la calle posterior a la de mi portal, pero justo a la izquierda, se hallaba un balcón. Era el único balcón de toda esa fachada. Los balcones de mi bloque estaban orientados hacia la calle principal, pero mi vecino era un “rebelde sin causa”. Solo porque a é se le había metido entre ceja y ceja que tenía que tener dos balcones, uno a cada lado de su casa, se puso en contra de todos los vecinos y mandó construir aquél pequeño balcón que descuadraba totalmente la fachada. Un balcón que ahora me salvaría la vida.
Claro, que decirlo era más fácil que hacerlo. En cuanto puse los dos pies en la repisa de mi ventana comprendí porque cuando era más pequeño pude hacer aquella temeridad que podía haberme matado. Solo por sentir la emoción de hacer lo prohibido, de probar mis límites. Con un cuerpo más pequeño podía ponerme cómodo para alargar los brazos y agarrarme a las rejas del balcón. Con el tamaño de que tenía ahora apenas cabía en la repisa, y, para más inri, la toalla que me había empeñado en llevar me estorbaba. Pero no la solté.
Ni si quiera miré a mis espaldas, pero sé que el muerto viviente tenía que estar ya casi dentro, por el sonido que hacía.
Agarré con fuerza la el borde del balcón y me impulsé con las piernas. Aquel salto se me hizo eterno, pero pronto noté el metal bajo mis pies. Parecía un ladrón tratando de entrar a robar en la casa de mi vecino. Elevé la pierna y me puse por dentro del balcón. Suspiré y miré atrás. El muchacho de color estaba en la ventana, mirando en mi dirección y alargando los brazos en un intento inútil de cogerme. Estaba completamente fuera de su alcance.
Aquello me dio una idea un tanto macabra.
Apoyé mi barriga contra la barandilla y alargué un poco los brazos hacia él. Esto hizo que el ya esforzado zombie sacara aun más el cuerpo por la ventana. De repente perdió totalmente el punto de apoyo  y empezó a caer al vacío. Lo miré con los ojos muy abiertos, como si estuviese sorprendido del resultado de mis actos, mientras caía de cabeza y se estrellaba contra el suelo. No entraré en detalles, pero me recordó a un huevo crudo….

Jadeé unos segundos y me di la vuelta. Aquello no había terminado.

Pos suerte para mi (ya era hora) la puerta del balcón se encontraba abierta, y dentro de aquel piso, no había nadie. Ni vivo ni muerto.
La decoración era espantosa y la casa estaba sucia, pero yo no era un experto en esos temas, ni me importaba. Arrastré un par de muebles contra la puerta principal. Volví a revisar que la casa estaba completa y absolutamente vacía, incluidos armarios, debajo de las camas y demás rincones, y me dirigí derecho a la cama del cuarto principal. Me desplomé allí y a los pocos minutos me quedé dormido.
Casi no me dio tiempo a pensar que ahora estaba peor que al principio, sin arma; sin tener ni idea de donde estaban mis pares, ni Rodey, ni Mónica. Totalmente inmerso en una ciudad muerta.


[¡Perdón a mis miles y miles (que modesto soy....) millones de fans! :D 
Llevo varios meses sin escribir, en primer lugar por que tuve un problema con la cuenta del blog, de echo pensé que la había perdido, pero cual señal divina, cuando lo intenté por ultima vez hace poco, ya funcionó. Desde entonces no he vuelto escribir por que... no me daba la gana: me daba pereza. Pero ya se me ha quitao XDD. A partir de ahora prometo escribir más o menos una entrada casa semana (aunq luego lo incumpliré como me pasa siempre con todo :$ ) ]