miércoles, 16 de febrero de 2011

Abandonar tu vida (4º Parte)

                Cuando a penas había recorrido unos metros, sentí que algo venía hacia mi bastante rápido por mis espaldas. Me giré rápidamente pero demasiado tarde: estaba siendo encañonado por una pistola que sujetaba un chaval varios años menor que yo. Calculé que tendría entre los 17 y los 19 años, un chico de color, con el pelo un poco largo y ropas anchas. En su rostro se reflejaba la determinación, pero su mano temblaba ligeramente.
- ¡He colega! No quiero hacerte daño ¿vale? Pero dame esa mochila ahora mismo o me obligaras ha cometer una locura... - miré al suelo apesadumbrado y sin poder pronunciar una sola palabra, como siempre. Me fui quitando lentamente la mochila para colocarla en el suelo delante mía.
- Eso es... así se hacen las cosas tío, no hace falta que trates de convencerme de.. ¡Joder! - Su grito, impregnado de terror, hizo que instintivamente retrocediera varios pasos hacia atrás. Al alzar la vista vi dos manos que sujetaban al chico desde la oscuridad de una ventana a su derecha. Enseguida aparecería el resto del cuerpo. Un hombre de mediana edad completamente transformado, que sin dejar de agarrarlo intentó morderlo en el brazo. El muchacho gritó y gritó forcejeando y disparó, posiblemente sin querer, dos tiros al aire: el primero de ellos pasó muy cerca de mi, provocando que cayese al suelo de culo y con al boca abierta. El muerto viviente consiguió por fin su propósito. Mordió al chaval en el brazo y empezó a tirar con la cabeza del trozo de carne.
- ¡¡Por Dios!! ¡¡Quitamelo!! ¡¡Joder!! ¡¡Ayudame!! ¡¡Quitamelo de encima!! -  El zombie terminó de arrancar la carne del brazo, dejando al descubierto el blanco del hueso y esparciendo sangre por la calzada. El chaval se desmayó y calló inerte a los brazos de aquel monstruo. Completamente aterrorizado me puse de pie, recogí la mochila y empecé a correr. Mis piernas iban completamente solas, y me obligué a detenerme. No podía dejar a aquel chico así. Apenas recorridos unos metros me paré en seco. Me di la vuelta y me acerqué de nuevo al edificio. Ya no había ni rastro ni del joven ni del zombie. En el suelo estaba la pistola del chico, una clásica SIG-Sauer. La ventana por donde había aparecido el muerto viviente no era tal, si no una taquilla para un teatro/cine, solo que ni siquiera me había fijado en el edificio. Para mayor desgracia mía, los disparos y los gritos habían llamado la atención de más de aquellas cosas, que se arrastraban en mi dirección casi desde cualquier calle adyacente y desde la propia avenida. Así que lo quisiese o no tendría que entrar en aquel edificio, no solo para salvar al chaval si no para alejarme de los zombies. Conocía aquel teatro, ya que mi madre era aficionada a llevarme cuando era más pequeño. Hacía muchos años contaba con seis escenarios, pero ahora cuatro de aquellas salas eran de cine, y solo dos para las representaciones reales. A mi me aburrían normalmente las obras de teatro y estaba siempre deseando entrar a ver alguna película, pero con el tiempo llegaría a cogerle mucha afición al teatro. Recordar aquellos momentos con mi familia hizo que se me encogiera el corazón por un instante. Tenia que acabar con esto rápido y marcharme a buscar a mi familia.
                      El edificio era muy grande, con unas grandes puertas de vidrio, un hall, con la taquilla en la pared izquierda, (se podían comprar las entradas dentro del hall o desde la calle, por la fatídica ventanilla) desde donde se pasaba a un amplio pasillo y escaleras en su final. Abajo se distribuían las dos salas de teatro y subiendo las escaleras se hallaban las salas de cine. "Solo" tenía que abrir la puerta que daba acceso a la taquilla, matar al zombie, recoger el muchacho y llevármelo dentro una de las salas de teatro. Una vez allí podía salir a la calle desde las salidas que desembocan directamente a la calle. Me acerqué con el máximo sigilo posible a la puerta principal del recinto y miré dentro por las vidrieras. Dentro el ambiente no era muy acogedor. Varios objetos y muebles tirados por el suelo, así como algunas manchas de sangre por el suelo y paredes. Resoplé. Guardé mi revolver en el bolsillo, y agarré con fuerza la pistola del chico. Miré la avenida detrás mía y observé que cada vez más y más de aquellas cosas estaban más cerca.
No tenía tiempo que perder. Empujé la puerta y al oscuro hall. Solo un par de luces que debían llevar muchos días encendidas me permitían ver con notable claridad. Avancé con el arma cogida fuertemente con ambas manos y apuntando al suelo. El sudor me recorría la frente. Me acerqué a la ventanilla que se asomaban al hall y miré con sumo cuidado dentro. El zombie estaba agachado en la penumbra detrás del mostrador, posiblemente... posiblemente devorando la carne del joven de color. Asqueado por la idea me acerqué con rapidez a la puerta de las taquillas, ya que no me había visto. Por culpa de aquellas prisas fuí descuidado y pisé unos cristales del suelo, que resonaron en el silencio de la sala como si el sonido estuviera ampliado. Maldiciendo para mis adentros así el pomo de la puerta y conté hasta tres mentalmente para darme confianza. Abrí la puerta de golpe y apunté a la altura de cabeza de aquel asqueroso demonio, que tenia toda la boca y el pecho bañados en sangre. El adolescente tenía varios mordisco en el brazo. Aquel jodido monstruo reaccionó muy rápido y se puso de pié casi de un salto para abalanzarse sobre mi. Venciendo las nauseas de aquel espectáculo gore disparé varias veces.
O al menos eso intenté.
Acostumbrado cono estaba al revolver, había olvidado que aquél arma contaba con un seguro que yo no había quitado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario